Se resiste a lucir en pleno la primavera y, aún así, aprovechando los primeros días de sol y luz que ponen a brillar el Principado, tras haber llovido, es una gozada perderse por algunas de esas carreteras de interior que descubren al viajero un paisaje que se queda en la retina para siempre. Es lo que tiene saber que el destino de cada nuevo viaje empieza ya en el primer kilómetro que se recorre.

Eso sucede cuando, una vez dejada atrás la localidad de Arenas de Cabrales en dirección a las Peñamelleras, se llega hasta Mildón, cuyo indicador se encuentra al borde de la vía. Allí, a la derecha, se tiene que coger la carretera que a lo largo de cuatro kilómetros, en empinado ascenso, con buen asfalto y varias curvas, termina en Oceño, donde, además de bar de buen comer y quesería en la que comprar cabrales, hay también rincones auténticos y tradicionales, como algunas de sus casas, que representan la arquitectura de la zona, además de alguna que otra de nueva construcción.

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