Las noticias de encuentros con «víboras» son un clásico del verano. Y la temporada estival está a la vuelta de la esquina. Este año la primavera ha empezado con la noticia de una mordedura en Piloña. En estos casos casi siempre se trata de coincidencias intrascendentes y casi nunca son víboras los ofidios que provocan el susto, sino culebras, totalmente inocuas. La circunstancia y su recurrencia se explican fácilmente: en verano la gente salemás al campo y ésta es la época de mayor actividad de los ofidios y también cuando eclosionan sus puestas o tienen lugar los partos (en el caso de la víbora cantábrica y de la culebra lisa europea, ovovivíparas).

El miedo cerval que se tiene hacia estos animales en el mundo occidental -donde, no en vano, son la encarnación del demonio- suele hacer que su encuentro con las personas acabe mal. Se asume que todos los ofidios son peligrosos, pero sólo una cuarta parte de las especies conocidas posee veneno tóxico para los seres humanos y la «lista negra» de aquellas capaces de matar a una persona sin que concurran factores de riesgo en la víctima es reducida. De las seis especies presentes en territorio asturiano, sólo una, la víbora cantábrica, segrega un veneno dañino, aunque rara vez mortal (potencialmente en ancianos, niños y personas enfermas), y, en todo caso, ésta sólo ataca si se siente directamente amenazada, ya que su tendencia natural al toparse con una persona es huir y esconderse.

Por esta razón, los casos de mordeduras son excepcionales salvo que se la capture y manipule, en cuyo caso se defiende; el único desencadenante involuntario de un ataque es pisarla y sus colmillos difícilmente atraviesan el calzado, por lo que no llega a inocular veneno ni a causar daño. Como norma, las mordeduras siempre requieren tratamiento médico (lo más inmediato posible) y hospitalización. Los estudios realizados sobre el veneno de la víbora cantábrica han revelado que su toxicidad varía geográficamente, de manera que el veneno que inoculan los ejemplares de las poblaciones más occidentales (hasta el centro de Asturias) es dos veces más potente que el producido por las víboras de los territorios más orientales (vascofranceses y del norte de Cantabria).

Las estadísticas indican que sólo el 1 por ciento de las mordeduras de víbora (áspid, cantábrica y hocicuda) que se registran anualmente en España son mortales, mientras que el 40 por ciento de ellas carece de peligro porque el reptil no llega a inocular el veneno (no obstante, siempre deben tratarse por el riesgo de infección). La culebra bastarda, muy rara en Asturias, está provista de dientes inoculadores de veneno, pero estos se encuentran situados en la parte trasera de la mandíbula superior, de manera que la mayoría de las veces no llegan a inyectar el veneno, salvo que se trate de ejemplares de gran tamaño (algunas hembras superan los dos metros de longitud).

Los efectos de su mordedura son locales (edemas e hinchazón), ocasionalmente acompañados de dificultades al tragar y al respirar, y se tratan con antihistamínicos y corticoides, que suelen extinguir los síntomas a las 48 horas. Las culebras de collar y viperina, las serpientes más comunes en Asturias, resultan inofensivas aunque intenten aparentar lo contrario bufando, aplastando la cabeza, hinchándose y tratando de morder (la viperina ni siquiera abre la boca, sino que golpea a su agresor con el morro). Como estrategia complementaria, ambas vacían el contenido de las glándulas cloacales, de olor repulsivo.