A las seis de la tarde los visitantes engullían platos de calamares en su tinta con arroz. No hay horas malas para esto del comer. Y lo hacían en un ambiente entre festivo y académico, en el claustro del edificio histórico de la Universidad (al pater Valdés Salas los chiringuitos a su alrededor le hubieran gustado poco. O igual no). Se celebró la jornada "Banderas del mundo" y los alumnos de distintas nacionalidades matriculados en la Universidad de Oviedo enseñaron un trocín de sus países, gastronomía, artesanía, fotos y libros.

El recorrido, desde el stand de Italia con su limoncello hasta el de Marruecos con su te, fue seguido, parada a parada, por el vicerrector de Extensión Universitaria y Proyección Internacional, Francisco José Borge. Se instalaron una docena de países pero faltaron otros tantos, a los que también se les espera en la próxima edición que será la tercera.

El stand de Brasil acumuló visitantes porque aquello se convirtió en un catering en toda regla. Los calamares provenían de ahí, de una tartera casi cuartelaria que se quedó vacía. En general los estudiantes internacionales eligieron las cosas dulces para enseñar al público. Hubo quien merendó, a la vez que se adentraba en una especie de curso académico de urgencia.

Marco Alvarado cree que es el único costarricense que vive en Asturias. Repartía café de su tierra. Es estudiante de Musicología y tiene una curiosa historia: "Llevé el coche a una inspección técnica en Costa Rica y me lo devolvieron con una pegatina de Fernando Alonso y una bandera de Asturias. Busqué qué era aquello y me encontré con esta tierra, muy verde como la mía. Y me vine a realizar unos estudios que no hay en mi país".

El stand de Marruecos estuvo representado por Abdeljalil Chehdaoui, de Casablanca, que estudia un máster de Administración y Dirección de Empresas y por María Jesús López.