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Los Tesoros Forestales De Asturias | Acebedas De La Cobertoria (Quirós)

Bosques de acebos y zorzales: la función de los dispersores de semillas

Las aves frugívoras desempeñan un papel esencial en la construcción, la expansión - y la vitalidad genética de los acebales

Bosques de acebos y zorzales: la función de los dispersores de semillas

La sierra del Aramo, delimitada por las cuencas de los ríos Nalón, Trubia, Caudal y Riosa, y conectada con el macizo de Peña Ubiña, alberga una de las acebedas o acebales más importantes de Asturias. Otra de ellas (ya tratada en esta serie) se encuentra, precisamente, en Ubiña, en los puertos de Agüeria. Estos bosques ya no tienen ahora, entrada la primavera, el importante papel que cumplen en invierno en la ecología de la fauna forestal, que depende de su follaje perenne para refugiarse y de su duradero fruto para nutrirse. Pero siguen siendo una buena posada, un lugar muy adecuado para instalar el nido o el cubil y criar a la prole; también son dormideros seguros.

El zorzal común o malvís es uno de los habitantes más fieles de las acebedas, pues las frecuenta tanto para criar como en invierno, cuando a la población residente se unen numerosos migrantes de origen europeo. Y es, además, uno de sus principales garantes, en tanto dispersor de las semillas del acebo, una función que comparte con sus parientes los zorzales charlo, real y alirrojo, y el mirlo común o nerbatu, así como con el petirrojo europeo o raitán, la curruca capirotada y el arrendajo euroasiático o glayu.

Ese "servicio ecosistémico" y su mecanismo han sido estudiados a lo largo de 12 años por un equipo de científicos de la Facultad de Biología de la Universidad de Oviedo encabezado por Daniel García, profesor del área de Ecología del departamento de Biología de Organismos y Sistemas, y se ha convertido en materia de una tesis doctoral. Las acebedas del Aramo (y sus vecinas de Agüeria) fueron, precisamente, uno de los escenarios del trabajo de campo. El estudio de la relación entre los acebos y los dispersores de sus semillas se amplió a otros árboles y arbustos con frutos carnosos: espinos albares, tejos, rosas y zarzamoras.

El trabajo no encontró unas diferencias muy marcadas entre unas especies y otras en cuanto al consumo de frutos y la dispersión de semillas; las que se advierten se refieren, sobre todo, a la distribución en el espacio, en tanto los zorzales charlo y real tienden más a salir del bosque y buscar árboles aislados con fruto, mientras que los zorzales común y alirrojo se muestran más reticentes a alejarse de la cobertura forestal. De ese modo, unos y otros se van complementando en el espacio. Según los científicos, los pájaros pequeños, como las currucas y el petirrojo, están muy asociados a la cobertura forestal con alta densidad de sotobosque, y presentan diferencias en la dieta por su tamaño: consumen más frutos de mora que otros mayores. Así, también se produce una complementariedad en la dieta.

El resultado del estudio muestra que en los espacios con mayor diversidad de aves dispersoras (donde a los mirlos y zorzales se unen el petirrojo y las currucas), los procesos de dispersión son más completos, llegan más semillas a cualquier punto y cubren el ambiente de forma más homogénea. Lo más interesante, según los investigadores, ha sido salir del bosque, ver la importancia de esos procesos de dispersión de semillas en las zonas deforestadas, esenciales para favorecer la recolonización por parte de las especies arbóreas, el acebo y el espino, sobre todo. No obstante, el papel de las aves sería baldío sin el concurso de otro actor: el denostado matorral, los brezos y los tojos o cotollas, ya que las aves pueden transportar las semillas fuera del bosque, pero el crecimiento del nuevo árbol depende de que haya otras leñosas, como los tojos, que lo acojan y lo protejan del pisoteo y del ramoneo del ganado en su estadio inicial.

La conformación espacial de la acebeda de La Cobertoria da pistas de ese proceso, de cómo las aves, los zorzales, han ido "diseñando" su entramado, su distribución en el terreno. De igual modo, estos dispersores de semillas llegan a conectar entre sí manchas aisladas de bosque, velando con ello por su diversidad genética.

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