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LUIS CASTELEIRO OLIVEROS | CRONISTA DE VEGADEO. FILÓLOGO, FUNCIONARIO DEL PRINCIPADO

Vegadeo, puentes que acercan horizontes

Luis Casteleiro, en el parque de Medal, en Vegadeo. E. G.

Luis Casteleiro Oliveros (1973) pasea por un concejo, del que ejerce como cronista, que es frontera en sí mismo. Un paisaje lleno de puentes, de diálogo entre orillas. A tiro de piedra, Galicia con un brazo de mar por medio. Uno de esos puentes es el de Porto, oficialmente llamado del Príncipe Alfonso. Inaugurado en 1863 fue el cordón umbilical que acercó Vegadeo (A Veiga) al mundo. "Antes, había que dar un rodeo por Abres y pasar por un puente de piedra. No son muchos kilómetros para los coches actuales, pero sí para los carros de entonces. O utilizar las barcas de peaje que estaban gestionadas por la Cofradía de Pescadores de Ribadeo", explica Casteleiro.

Ese puente de Porto tiene su historia, que hoy permite ser contada a pie de carretera, sobre la ría del Eo, sin mayor peligro de que el tráfico arrolle. Pasan pocos coches porque ahora manda otro puente, algo más lejano: el de Todos los Santos.

El puente de Porto se construyó bajo la dirección del cangués José Francisco Uría, nombrado director general de Obras Públicas en 1858. Uría (el de la calle ovetense) murió meses antes de que el puente fuera inaugurado.

"Fue una obra asombrosa, realizada con planchas de acero con remaches, según una técnica que empezaba a poner en práctica un tal Gustave Eiffel", que se había licenciado como ingeniero en 1855 y que aún le quedaban treinta años para convertirse en uno de los personajes más famosos de la época, por su torre parisina. La obra sobre el Eo fue muy dificultosa, hubo que profundizar mucho en busca de roca, el presupuesto se disparó, la reina Isabel II preguntó, a la vista de las cuencas y muy irónicamente, si la estructura era de plata y su fotógrafo particular se desplazó a Vegadeo para retratar el puente y mostrar las imágenes en la Expo de París de 1867.

No muy lejos de allí discurre el trazado del ferrocarril, con otra historia a cuestas. A principios del siglo XX "se tenía absoluta convicción de que el tren era el futuro y escapar del aislamiento solo podía lograrse mediante el ferrocarril. El lugar por donde aquel tren Ferrol-Gijón iba a cruzar la ría motivó un enfrentamiento de décadas entre Vegadeo y Castropol". La partida ferroviaria la ganó Vegadeo pero cuando el Ferrol-Gijón fue inaugurado en 1972 el coche también había ganado la batalla. Pocos años más tarde los atascos para cruzar Vegadeo eran recurrentes y no solo en fin de semana veraniego.

El parque de Medal rodea al Ayuntamiento y la iglesia parroquial. Ese terreno empedrado, con zonas verdes intermitentes y mini kiosco de música fue en su momento marismas con sabor a sal. Es tierra ganada al mar, porque en Vegadeo los límites marítimos y fluviales tienden a difuminarse. A un lado el río Mojardín; a otro, baja caudaloso el Suarón. Ambos unirán sus aguas en el Eo, rumbo al norte. "Este es un concejo en lucha permanente contra las riadas", una lucha centenaria concretada hoy en ríos canalizados pero no libre de sustos. Las inundaciones de 1969 están reflejadas en algunas fotografías en blanco y negro y en la memoria de los veteranos veigueños.

Es sábado; huele a callos. Es la tapa "oficial" del día de mercado. Este es un municipio joven, como su cronista, que no llega a los doscientos años y que formó parte en su día del gran concejo de Castropol, tierra de obispalía que englobaba a los Oscos, Tapia, El Franco, Taramundi y San Tirso. Un municipio ingobernable por su extensión y orografía. El archivo del gran concejo de Castropol, casi siete siglos de Historia, se guarda hoy en Vegadeo, que tiene juvenil hasta el nombre. "En 1916 la denominación municipal Vega de Ribadeo se convirtió en Vegadeo para evitar confusiones".

En Vegadeo nació un hombre prodigioso, al que Luis Casteleiro biografió. Se llamaba Amado Osorio, explorador de Guinea, médico y soldado en las guerras del Rif y Cuba. Osorio protagonizó tres viajes de exploración y tan solo en el tercero logró aumentar los dominios españoles en 14.000 kilómetros. Fue médico municipal, amigo de la homeopatía y de tratamientos avanzados y modernos. Tan modernos que el alcalde de Vegadeo lo puso en la calle.

A Luis Casteleiro le nacieron en Lugo "porque en aquellos años, ante la inminencia del parto, se llegaba mucho antes que a Oviedo". Así que fue "gallego" dos días, valga la metáfora en una tierra que se siente asturiana químicamente pura. Mejor no andar con bromas.

El cronista vegadense estudió Filología en la Universidad de Oviedo y no ha parado de rebuscar retazos de Historia en su concejo natal. Las hay muy terribles, como el asalto nocturno, a bayoneta calada, de cinco mil soldados franceses durante la Guerra de la Independencia. Otras que hablan de industria: "Hay cuatro elementos que configuraron nuestro desarrollo, el hierro, el cuero, la madera y la cal". A las puertas de Vegadeo se está recuperando el calero La Sorpresa, y A Veiga, blanca y luminosa, está llena de esculturas urbanas. No es de extrañar en la tierra de Legazpi, de César Montaña y de Luis Fega.

"Aquí siempre hemos tenido cierta propensión a crear, quizá como respuesta a nuestra situación geográfica, de aislamiento histórico. La primera máquina de trillar se inventó en Vegadeo", localidad que estrenó su Feria de Muestras, recuerda Casteleiro, hace 55 años, un mercado inicial de maquinaria agrícola, reinventado al alza con el paso de los años. "Somos la capital comercial de la comarca".

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