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La guía secreta de Asturias

Pimiango, donde el calzado hizo historia

El pueblo de la parroquia de Colombres, en Ribadedeva, es conocido por la huella dejada por quienes ejercían un oficio artesanal con jerga propia, el mansolea

El Palacio, a la entrada de Pimiango. ANA PAZ PAREDES

A poco que se camina, Pimiango, en la parroquia de Colombres, en Ribadedeva, pronto descubre sus tesoros. No sólo es el placer de perderse por sus caminos y contemplar edificios de interés para el viajero, también importa conocer la historia de este lugar, en el que se recuerda a sus artesanos del calzado, que tan buena fama tuvieron en Asturias y que incluso tenían su propia jerga: el mansolea.

Cuentan los historiadores que la familia Gutiérrez de Colombres, de alto linaje en tierras de Noreña, se instaló en la casa El Palacio, a la entrada del pueblo y fue la que trajo de aquel concejo a reconocidos artesanos zapateros. El oficio era en sus orígenes ambulante y con el tiempo terminó aprendido por un importante número de vecinos de Pimiango.

Parece ser que al finales del siglo XVI casi un 60 por ciento de los residentes en la localidad eran zapateros, mientras que el resto se distribuía entre agricultores, tejeros, carpinteros y canteros, principalmente. Su mayor auge fue en el siglo XIX.

Llama la atención El Palacio, que se diferencia del chalé indiano aledaño, conocido por El Pedroso. Las fuentes sitúan su fundación en el siglo XIII por el linaje Mogrovejo, originario de Liébana, antes de pasar a ser casa de los Colombres. Entre sus atractivos está el acceso al recinto, a través de dos arcos alineados. El edificio está muy cambiado debido a diferentes obras. Se cuenta que allí se alojaron una noche el rey emperador Carlos V y todo su séquito, un 28 de septiembre de 1517. Caleyando por el pueblo también se descubre su iglesia, dedicada a San Roque, que guarda una imagen románica del antiguo monasterio de Tina; además de su depósito de agua, la plaza del pueblo y la fuente dedicada al doctor don Manuel Roiz Noriega.

Imprescindibles en la visita a Pimiango son la cueva del Pindal y el mirador, que a medio camino y con buen tiempo nos muestra, si volvemos la mirada, parte de los Picos de Europa. También, la ermita de San Emeterio y el precioso paseo que lleva al monasterio de Tina, el primer lugar de Asturias en el que los peregrinos a Santiago se detenían cuando entraban en el Principado por el Camino de la Costa.

En cuanto a playas, en el concejo están La Franca, la más popular, con buenos accesos, pero también El Oso, El Vivero, Bendia y las Cuevas Coloradas. Estas últimas se pueden observar -pues no hay camino habilitado al efecto y son de muy difícil acceso- desde los campos de Pimiango. También está, a renglón seguido, la playa El Regolgueru. En resumen, hay tanto para ver y disfrutar en Pimiango que sin duda con un día no será suficiente.

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