La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

SOCORRO SUÁREZ LAFUENTE | Catedrática de Filología Inglesa en la Universidad

"Con el lenguaje construyes el mundo"

"Recuerdo las clases universitarias llenas de humo porque allí fumábamos todos; los de atrás en el aula no veían ni al profesor"

Socorro Suárez Lafuente, en Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

Socorro Suárez Lafuente (Gijón, 1950), catedrática y feminista. Sigue en su Universidad, que es parte esencial de su vida, cobijada en lecturas que le sirven para mantener desde hace tres décadas colaboraciones literarias en el suplemento "Cultura", de LA NUEVA ESPAÑA. Abuela andarina, viajera que no turista, lleva cuatro décadas de docencia sin hastío alguno.

Una joven menos obediente. "Regresé del año de estudio en los Estados Unidos un día de Santiago. Volvió otra persona distinta a aquella chica sin experiencia en la vida que había salido de casa. Después, esa vida te va mostrando que cambias muchas veces, pero aquel viaje fue fundamental. No volví muy madura, por supuesto, pero sí sabiendo que ahí afuera había otras muchas cosas. Y convencida de que quería ir a la Universidad. Estaba a punto de cumplir los 18 años, en un tiempo en que la mayoría de edad en España estaba en 21. Me daba la sensación de que era la dueña de mi vida y, claro, no era del todo así. Pero ahora, desde la perspectiva del tiempo, me doy cuenta de que regresé de los Estados Unidos menos obediente".

Las lecturas de Patricia Shaw. "Me matriculé en Filosofía y Letras. Por la mañana iba para Oviedo en Alsa y regresaba en el tren que venía de Madrid de noche. Tenía una amiga que me recomendó los estudios de Filología Inglesa. Allí daban clase Clavería y una mujer increíble, Patricia Shaw, que me puso en contacto con lecturas a las que probablemente no hubiera accedido si en vez de Patricia, que fue la directora de mi tesis, hubiera tenido un profesor varón. A mí el inglés no era lo que más me preocupaba, y me apunté. Viví una Universidad de cambio, leíamos 'Triunfo' y 'La Codorniz' y sí, había mucho barullín, con huelgas de meses. Crecimos sin tener educación política ni educación sentimental. En aquel hervidero nunca entré en ningún partido político. Por aquellos años anduve bastante por Alemania. Aprovechaba veranos y hacía autostop por Europa. Aquellos viajes con ayuda de becas me sirvieron después para mi docencia. Mi primera experiencia como profesora fue haciendo una sustitución en el Jovellanos".

Paseos en pareja junto al mar de Gijón. "Urbano [Viñuela] y yo nos casamos en 1974. Él se había quedado en la Universidad y yo daba clases particulares de Inglés. Como disponíamos de un piso familiar vacío en Gijón, disfrutamos de un colchón en esos inicios complicados. Fuimos una pareja muy de pasear por el Muro y por el Muelle, cerca del mar. Recuerdo aquel muelle gijonés de mi juventud, la rula y los gatos paseando entre cajas de pescao. De vez en cuando alguien les tiraba una sardina y para los gatinos aquel entorno era como el jardín del Edén... La familia de mi marido era de León. Coincidí con él en la misma aula de la Facultad, en el primer curso que era común y selectivo, en el edificio de Feijoo, con clases de mañana y tarde y aulas a rebosar. Allí fumaba todo el mundo, profesores y alumnos. Yo, cigarrillos de la marca Celtas que costaban un duro el paquete y me los podía permitir. Había tanto humo que los de atrás no éramos capaces de ver al que estaba impartiendo la lección".

La mochila. "Recuerdo que un día de clase en el instituto, unos cuantos años antes, una profesora de Religión que se llamaba Begoña Lumbreras y que era seglar preguntó: '¿A alguna de vosotras le hubiera gustado nacer hombre?'. Levanté la mano. '¿Por qué te hubiera gustado nacer hombre?'. Y yo contesté: 'Para meter mis cosas en una mochila e ir por el mundo'. La profesora se quedó sorprendida e hizo un comentario que recuerdo como si fuera ahora mismo: '¿Y para ir por el mundo con una mochila necesitas ser hombre?'. Aquella frase me cambió la perspectiva de la vida. Nunca experimenté una cortapisa específica por ser mujer, pero otra cosa es el ambiente que te rodea. Me di cuenta de que no es que yo hubiera llegado a la Universidad por lo lista que era, sino porque tuve suerte. Otras en aquella época se quedaron sin poder ser universitarias simplemente porque tenían hermanos varones, y ellos sí que estudiaban".

Una página por delante. "La Junta de Facultad de Filosofía y Letras decidió impartir la asignatura de Alemán. Yo disponía de un título oficial de Alemán, de nivel medio, y además ya con la licenciatura en Inglés. Y entro en la Universidad. Estaba preparando una oposición a catedrática de instituto, pero todo aquello me cambió la vida. Acabé la carrera en junio y entré de profesora a mediados del curso siguiente. La primera clase de Alemán la di en la Facultad de Económicas, que estaba en el campus de Llamaquique, en Oviedo. Los primeros años no fueron fáciles porque yo iba tan sólo una página por delante de algunos de mis alumnos. Fui profesora a los 24 años y ya tengo exalumnos que son abuelos. Una docente vocacional, que siempre disfrutó de esa experiencia, no siempre cómoda, de ponerte delante de una clase y de una gente que está mirando para ti a ver qué le cuentas".

Un sueldo para morirse de risa. "Soy de las de autopista arriba, autopista abajo. Hubo un momento en que Urbano y yo pensamos en comprar piso en Oviedo, pero comprobamos que a mediados de los setenta los precios en Oviedo triplicaban a los de Gijón y el sueldo de profesor universitario era para morirse de risa. Cobraban mucho más los profesores de instituto. Me acostumbré a sacarle partido a la 'Y', y a ese viaje que supone una especie de corte con los problemas del día. Viví una Universidad muy precaria porque en la sede de Feijoo no sólo me tocó compartir despacho, sino incluso mesa. Ahora, en el campus del Milán, tengo una ventana que me permite ver un poco de verde y de monte. Llevo más de media vida en la Universidad, que es mi casa. Ahora imparto dos asignaturas de grado, el Pensamiento Crítico en Literatura y el Género en Literatura, y soy docente en el máster de Género y Diversidad".

Tres nietos y una furgoneta. "Yo creo que el primer mensaje feminista me llegó de mi abuela Pepa, que siempre me decía; 'No te conformes'. De ella también aprendí lo importante que es el conocimiento de la palabra, la capacidad de poderte explicar. El lenguaje es con lo que construyes el mundo, y nunca es neutral. Queda camino por recorrer porque los hombres no se sienten aún partícipes de la vida de las mujeres. No entiendo las reticencias hacia el feminismo, que achaco al miedo al cambio. Soy muy amiga de la gente de AFA y de Comadres, pero la verdad es que nunca milité. Sigo dando clases porque los alumnos son un lujo, y volvería a la profesión docente una y otra vez. No me creo eso de que los alumnos de ahora sean peores que los de antes. Tengo tres hijos y tres nietos, Iker, Mario y Alejandro, y ejerzo de abuela en lo posible. Los fines de semana, al monte con amigos. Siempre fui muy de camping y aún conservo furgoneta".

Compartir el artículo

stats