Confianzas, las justas. El presidente de Angola, João Lourenço, es hombre precavido, y su actual estancia en Asturias, en visita privada, así lo está evidenciando. El voluminoso séquito que se ha traído a Oviedo incluye un amplio dispositivo de seguridad, pero también una cocinera, dos camareros, un médico y hasta un técnico de laboratorio, que muy probablemente tiene el cometido de inspeccionar la alimentación del presidente. Nada queda a la libre improvisación.

La comitiva africana parece encontrarse cómoda en el Principado. Aterrizó en un avión de lujo total anteayer, miércoles, y tiene previsto permanecer en Asturias hasta este próximo domingo, por la mañana. El lunes, a las doce del mediodía, el presidente angoleño tiene programado un "lunch" de negocios en un céntrico hotel de Bruselas. Los abundantes recursos naturales, en particular los yacimientos petrolíferos, convierten a Angola en un protagonista destacado en este tipo de eventos. El avión, un espectacular Boeing 787 Dreamliner, permanece estacionado mientras tanto en el aeropuerto de Santiago del Monte.

Ayer, la esposa de Lourenço -Ana Afonso Dias Lourenço- y varios ministros del Gobierno angoleño fueron atendidos en el Instituto. A mediodía la comitiva fue a comer al restaurante Del Arco, emplazado en la plaza de América. El corto trayecto desde el hotel de la Reconquista -cuartel general de Lourenço y los suyos- fue cubierto en uno de los muchos coches grandes y negros contratados para la ocasión por el Gobierno africano. Lo dicho: confianzas, las justas.

Con anterioridad a la llegada del grupo, los escoltas habían revisado el local y las salidas de emergencia. Según algunos testigos, el presidente, su esposa y sus ministros almorzaron en el reservado principal del restaurante. El resto de la comitiva -hasta un total de veinte comensales-, en la zona común. El menú consistió en unos entrantes, pescado -Lourenço optó por virrey-, solomillo y un rioja de alta gama del que la mesa presidencial no abusó. Otro detalle de precaución: sólo el camarero podía acercarse a la mesa del presidente. En esta ocasión no tuvo que actuar la cocinera presidencial: el equipo del restaurante se encargó de todo.

En el exterior, algunos curiosos esperaban la salida de Lourenço, entre ellos unos señores que querían saludarlo porque -decían- tiempo atrás habían trabajado en Angola. "Los guardaespaldas nos obligaron a alejarnos", declararon ayer a este periódico algunos de los allí congregados. Finalmente, el mandatario salió por la puerta de servicio del restaurante y se metió rápidamente en el coche. El trabajo del personal de seguridad había surtido efecto.

"Son una gente muy discreta", indicó a LA NUEVA ESPAÑA el responsable de uno de los establecimientos que estos días prestan servicios al cortejo de Lourenço. "No sabemos nada de la visita", señalaron fuentes del Gobierno de Asturias. Del viaje sí fue advertido el Ejecutivo central, que puso en marcha el dispositivo de seguridad propio de un jefe de Estado: ante el hotel de la Reconquista varios agentes de la Policía montan guardia en todo momento.

Pese a tanta reserva, el cortejo de seguridad que acompaña al presidente, a su esposa o a los ministros allí donde van no pasa de incógnito en una ciudad del tamaño de Oviedo. Pudieron comprobarlo los transeúntes que, de repente, vieron un cierto tumulto en torno a una óptica ubicada en la calle Uría, destino natural de los clientes del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega. Y es que el lema está muy claro: confianzas, las justas.