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La guía secreta de Asturias

Recuerdos de hierro y fuego

El área recreativa de Aguillón, en Taramundi, es un oasis de tranquilidad junto al río Cabreira, espacio que comparte con el mazo al que dio vida Federico Cotarelo

Uno de los bancos del área recreativa de Aguillón, en Taramundi. ANA PAZ PAREDES

La lluvia siempre les otorga un brillo especial a los tejados del Occidente. La piedra y la pizarra reinan por todos los lados en sus pueblos, en algunos de los cuales, y hasta hace poco tiempo, aún se podía escuchar en la lejanía el golpeteo del martinete cayendo con fuerza e intermitentemente sobre el hierro, un oficio tradicional muy presente en el concejo que nos ocupa, Taramundi, donde los ferreiros dejaron su huella y su historia, así como en otros concejos colindantes.

A apenas unos tres kilómetros de la capital, el paisaje y las casas que lo integran invitan a detener el paso. O tal vez sea el río, que, estos días un poco más crecido que habitualmente, habla a su paso de un tiempo en que el hierro y el fuego forjaron la biografía de hombres que dejaron su huella, como es el caso de Federico Manuel Cotarelo, el último ferreiro de Aguillón y que, según contaba en su día a este diario, continuó el oficio que primero habían ejercido su abuelo y su padre, y lo mantuvo vivo y activo buena parte de su vida. El mazo que rehabilitó, y es de propiedad particular, está datado ya en el siglo XVII.

Hoy, contemplando la rueda hidráulica detenida en el tiempo y tomada por una primavera terca y un verano que se hace de rogar, la nostalgia de aquel sonido de vida y de historia y el recuerdo del hombre que tanto luchó por él y por este oficio se hacen más presentes en este lugar donde se forjaban utensilios de labranza y objetos de la vida cotidiana como garfelas, cucharas, tixelas y sartenes o bien calderas para calentar el agua en las matanzas. Especialmente significativos eran los lunes, en que, como recordaba en su día el propio Cotarelo, "era el día dedicado a los navalleiros. Hacían cola a la puerta del mazo para estirar el hierro con el que luego elaborar los cuchillos. Había un ambiente terrible, se llenaba el mazo de gente, era muy bonito", recordaba entonces.

Frente al pueblo, donde llaman igualmente la atención un impresionante palomar y otros edificios con historia y además del mazo, de propiedad privada, el área recreativa se hace querer por los amantes de lugares con encanto en su pequeño espacio donde mandan los alisos, además de otros árboles como el castaño y el roble. Algunos bancos de madera, bien distribuidos, invitan a descansar allí del mundo y sus prisas mientras, muy cerca, el río sigue su camino hacia el mar. Junto a esta área recreativa está también una capilla muy guapina dedicada a San Blas, que celebra su fiesta el 3 de febrero. Aguillón también festeja a San Luis en último fin de semana de agosto.

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