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Miembro numerario permanente del Real Instituto de Estudios Asturianos

Un territorio físicamente caótico

Hablar de Somiedo de la mano de Jorge Marquínez ( Avilés, 1952) no resulta nada difícil pues estamos ante una de las personas que, con toda seguridad, conoce mejor este territorio, no sólo por su afición a la montaña, a la espeleología o a la naturaleza en general, ni tampoco por su condición de geólogo formado en la Universidad de Oviedo, en la que sigue siendo profesor, ni por su faceta de director del Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (Indurot) de nuestra máxima institución académica, ni por los cargos que ocupó en la política asturiana, director regional de Recursos Naturales y presidente de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico. Marquínez siempre ha sido un apasionado de todo lo somedano, hasta el punto de haber sido pionero en la publicación de artículos divulgativos sobre este territorio allá por la década de los 80 del pasado siglo, antes de que nadie se preocupara de dar a conocer los valores naturales de uno de los rincones asturianos más emblemáticos.

Los años previos al big-bang somedano

La conversación con Jorge, amena y en torno a unas botellas de sidra, comienza con la narración del por qué este concejo, tan abandonado en aquel entonces, fue seleccionado para realizar un estudio global por parte de nuestra Universidad.

Se trataba, comenta Marquínez, de responder a una pregunta muy concreta: "¿Es válido el conocimiento de un territorio para impulsar una gestión adecuada del mismo?". Para ello reúne, en el año 1984, en una cafetería en la zona alta de Oviedo, a un grupo de jóvenes profesores de diferentes especialidades, entre los que se encontraba otro buen amigo y gran conocedor del territorio somedano, el hoy catedrático de Botánica, José Antonio Fernández Prieto, que precisamente había defendido su tesis doctoral sobre la flora y vegetación de Somiedo, en 1981.

El por qué fue precisamente este el concejo elegido, comenta mi interlocutor, no fue otra cuestión que la de estar ante un territorio con un sector primario muy representativo de la montaña cantábrica, que conservaba extraordinarios valores naturales y sin las interferencias económicas que en otros podría representar la minería activa. Además aquí ya había un buen conocimiento de su geología y, tal como habíamos comentado, de su flora y vegetación, además de abundante información sobre su fauna cinegética, y de otras especies de vertebrados como el oso pardo y el urogallo cantábrico, de la etnografía y de la singular forma de vida de los "vaqueiros de alzada".

Iniciado el proyecto, posteriormente se obtuvo financiación de la Junta General del Principado de Asturias, presidida entonces por Juan Ramón Zapico, de las consejerías de Ordenación del Territorio, Vivienda y Medio Ambiente y de la de Economía y Hacienda, al frente de las cuales estaban Arturo Gutiérrez de Terán y Eduardo Arrojo, respectivamente, y de la Fundación para el Fomento de la Investigación Científica y la Tecnología (FICYT), dirigida por Ángeles Álvarez, con lo que se dotaron varias becas para jóvenes investigadores, que permitieron consolidar un equipo de 17 profesionales que realizaron tanto los trabajos de campo como de gabinete, de tal forma que el 15 de septiembre de 1986, bajo la presidencia del entonces rector de la Universidad, Alberto Marcos Vallaure, se presenta una primera fase del estudio global del concejo con la renta per cápita más baja de todo el Principado, en palabras de la prensa de la época.

La llegada a Somiedo de un numeroso equipo de universitarios tuvo una buena acogida en el entorno del grupo municipal del PSOE, mayoritario y encabezado por el entonces alcalde, Ricardo Suárez Argüelles, y también entre otros muchos somedanos que veían languidecer su patria chica, pues así lo venían constatando año tras año.

En este entorno científico político es en el que surge la idea de gestionar este territorio a través de una de las figuras de protección natural que existían en la legislación básica del estado. Evidentemente, era imposible impulsar un Parque Nacional, pues la gestión pasaría a ser del Estado y sólo quedaba promover un Parque Natural que, aunque con una concepción legal de área de disfrute para las personas, podría gestionarse autonómicamente con una visión menos lúdica y más de promoción, desarrollo y conservación de los recursos naturales.

Aquella forma de trabajar no pasó desapercibida y el entonces catedrático de Geografía de la Universidad de Oviedo, Emilio Murcia, fundador del Indurot, acercó a Marquínez y su equipo a esta institución que no pretendía otra cosa que superar la clásica distancia que separa la investigación aplicada de la investigación básica. El paso de Murcia al Gobierno regional como consejero, en la segunda legislatura, conllevó la asunción de la dirección del Indurot por parte de Jorge Marquínez. Ello significó una gran continuidad en el seguimiento y elaboración de trabajos e informes en el declarado Parque Natural de Somiedo, entre los que se encontraron la redacción de los primeros planes rectores de uso y gestión y la zonificación del territorio con una base importante para la protección del oso pardo, al restringir el paso de los visitantes a las zonas más sensibles para esta especie, oseras y zonas de alimentación y encame.

Un gran valle incomunicado: Saliencia

Comunicar el valle de Saliencia a través de un acceso rodado era una de las metas que se marcaba el primer gobierno de Pedro de Silva, recayendo en aquel entonces las competencias en infraestructuras en el consejero Pedro Piñera. El debate estaba en la calle y, por supuesto, en Somiedo. El Ayuntamiento había iniciado la construcción de una pista por las laderas del Gurugú, para unir la capital municipal, La Pola, con el pueblo de Veigas. Superados los primeros debates en los que no faltaron visceralidades que negaban hasta el derecho de los vecinos a semejante obra, el Indurot estudió el proyecto a solicitud del consejero Piñera y propuso diversos cambios, como la construcción de dos puentes sobre el río Saliencia inmediatamente aguas arriba del túnel que se abrió junto al embalse del río Somiedo, aguas abajo de La Malva.

Sobre este tema y la postura que algunos agentes sociales mantuvieron en contra y a favor de esta infraestructura, volveremos en otro momento de esta historia de sueños y recuerdos somedanos. Solamente adelantaré ahora que el propio presidente De Silva frenó la continuidad de las obras de la pista del Gurugú y apostó ante los responsables municipales por una mayor inversión a través de la construcción del túnel que hoy en día podemos contemplar.

En resumen, el trabajo entusiasta del equipo que lideró Jorge Marquínez desde 1984, no solo se quedó en una mera memoria académica, sino que también fue el inició de largos años de trabajo intelectual en Somiedo, desde Somiedo y para Somiedo. Campamentos universitarios, seminarios de investigación, reuniones, puesta en marcha de un aula de estudios y otras numerosa iniciativas han tenido en Marquínez su ideólogo, impulsor y realizador.

Ahora bien, tras años de lucha por ayudar a los somedanos y a la vista de algunas derivas que se palpan en la realidad, no puedo menos que pedirle un futurible, un dibujo ideal para que lleguemos, al menos, a un Somiedo+50.

Somiedo solo puede continuar como referencia apostando por la calidad, contesta Marquínez; "cuando comenzamos a trabajar aquí y decíamos que conservar el oso era una apuesta por el futuro, sonaba a zarandajas, hoy en día en uno de los grandes activos y atractivos del Parque Natural. Hay que abandonar la idea cortoplacista del dinero fácil, del cuanto más mejor. Hacen falta investigaciones sobre lo que está pasando. Si se continúa improvisando, Somiedo terminará por ser un espacio anecdótico, como les ha ocurrido a otros muchos. Hemos de saber a dónde vamos, hay que hacer algo nuevo por Somiedo, lo primero sería reunirnos un grupo de interesados y hablar sin tapujos", apostilla el director del Indurot.

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