"Me agarró del pelo, me tiró de la cabeza hacia atrás y me lanzó una puñalada al cuello. Traté de protegerlo y puse los brazos, luché por mi vida con los brazos y los pies, no sé el tiempo que estuve luchando y sangrando, me rompió cuatro costillas, hasta que caí, ya no tenía fuerzas", relató en la mañana de este martes en la sección tercera de la Audiencia Provincial, con sede en Oviedo, la mujer atacada por su entonces compañero sentimental en un piso de Gijón, a primera hora del 16 de septiembre de 2020. El hombre, Rafael H. E., de 70 años, usó un cuchillo afilado, que terminó por romperse, después de atravesar el brazo de la mujer hasta el hueso. Pero fue a buscar otro a la cocina, lo que permitió a la víctima escapar hasta el descansillo. Allí la alcanzó de nuevo y la apuñaló en la cabeza, pero entonces llegó la ayuda de un vecino y del hermano de la mujer, que vivía dos pisos más abajo, quienes retuvieron al hombre hasta la llegada de la Policía. La mujer estaba cubierta de sangre, solo se le veía "el blanco de los ojos", según su hermano. El hombre intentó en todo momento seguir apuñalando. Cuando llegaron los agentes, lo primero que pidió fue subirse los pantalones del pijama, que se le habían caído durante la lucha. Al ir a ponerle las esposas, se puso tan bravo que acabó cayendo con dos policías por las escaleras.

Este martes, el hombre se ha escudado en que no recordaba nada de lo ocurrido. Por negar, ha negado incluso que tuviese una relación con la mujer: según él, vivían en el mismo piso, pero no eran pareja, solo amigos. "Lo primero que recuerdo es que estaba en el suelo del descansillo con el hermano encima", dijo. La defensa intentó vender la historia de que se había pasado tomando trankimazines. Una semana antes, la mujer con la que estaba desde 1981 con sus idas y venidas le había comunicado que no iba a seguir con él y que tenía que marcharse de la casa, que era propiedad de ella. Ella había aguantado un calvario en los años precedentes. "Me insultaba, me daba patadas, estuve aislada mucho tiempo", explicó la mujer. Sus amigos del mundo del tenis y el pádel en Gijón corroboraron los malos modos del hombre con la mujer. A algunos (también a su hermano) les confesó que la golpeaba, pero no pudieron convencerla de que lo dejara y fuese a un psicólogo. La mañana del ataque fue la misma en la que el hombre se había comprometido a marcharse. El día antes le había pedido a la mujer que a la mañana siguiente le ayudase a embalar un mueble. Pero tenía otros planes.

Tras escuchar la declaración de la mujer y de los dos hombres que frustraron que fuese asesinada (uno de ellos, el vecino, relató entre lágrimas y temblando cómo había visto al acusado apuñalar a la mujer), la fiscal gijonesa modificó su petición de pena. Había considerado los hechos primero como un homicidio en grado de tentativa, pero quedó convencida de que concurría una clara alevosía y una evidente intención de matar, tanto por las armas utilizadas como las zonas a las que atacó (el cuello, la cabeza, el tórax, el abdomen), todas vitales. Por eso consideró los hechos como un asesinato en grado de tentativa y elevó su petición desde los ocho años hasta los catorce. Y elevó su solicitud de destierro de Asturias para el acusado a 16 años, una vez cumplida la pena. Mantuvo además un año de prisión por las lesiones sufridas por el hermano de la víctima. La fiscal también pidió al tribunal que prorrogue la prisión provisional del acusado. En septiembre se cumplen dos años desde que ingresó en prisión y presumiblemente para esa época aún no haya una sentencia firme, por lo que podría quedar libre. La acusación particular ejercida por la víctima, asesorada por la letrada Ana Isabel Menéndez del Río, mantuvo su petición de quince años de prisión por asesinato frustrado, así como treinta años de alejamiento. La letrada del hermano de la víctima, Pilar Menéndez Cueto, mantuvo su solicitud de tres años de prisión para el acusado por las lesiones sufridas por el hombre, al entender que las había cometido armado.

"No la mató porque no quiso"

En cuanto a la defensa, a cargo de José Quindós Alba, admitió que el apuñalamiento se había producido, así como las lesiones, pero indicó que "es desproporcionado considerarlo un asesinato, en ningún momento existió alevosía". Además, añadió que, "sin querer banalizar lo ocurrido, la víctima estuvo solo cuatro horas en el centro de salud". Tras indicar que la víctima estaba despierta cuando se produjo el ataque y pudo defenderse, por lo que "no hay ningún tipo de indefensión", el letrado añadió que "no hay ningún ánimo de matar, no hay ninguna herida mortal de necesidad, solo hay dos puñaladas en zonas vitales y son superficiales", dijo. A mayor abundamiento, agregó que Rafael H. E. "solo trataba de amedrentar a la mujer, no matarla, la tuvo a su merced y no la mató". E insistió: "No la mató porque no quiso". Y pidió una condena por lesiones consumadas.

En su derecho a la última palabra, el acusado dijo: "Pido perdón, fue sin intención de matar, tenía mal la cabeza, estaba muy alterado, pido perdón a todos aquellos a los que haya podido herir". El juicio quedó visto para sentencia.