Accidental, según el Diccionario, significa eventual, fortuito, casual, un concepto que no vale para Avilés, donde los accidentes de tráfico en el casco urbano están dejando de ser fortuitos para convertirse en algo que seguro va a ocurrir. Hace unos días murió un peatón en el paso a nivel de Larrañaga, anteayer una pareja fue atropellada en un paso de cebra frente al apeadero de Feve, una furgoneta topetó en La Fruta con un peatón dejándole malherido en el suelo, y si sigues leyendo las páginas locales de sucesos te encuentras con la muestra más variopinta de accidentes urbanos de tráfico que imaginarte puedas con una profusión que comienza a ser alarmante.

Y vamos con otra palabra que conviene matizar, coordinación, que es lo que se intenta hacer con la Policía Municipal, centralizarla, unirla, organizarla, coordinarla, aunque parece que no se consigue, pues el control policial a situaciones de riesgo deja bastante que desear en un Avilés cada día más perjudicado por unos accidentes que, como su mismo nombre indica, debían ser accidentales, pero que están resultando fáciles de prever.

Y si a esta falta de adecuación entre las palabras y su significado unimos la velocidad, estamos llegando al origen de una situación peligrosa que hay que evitar por la cuenta que nos tiene. Si uno, por ejemplo, se sitúa en la plaza de la Guitarra y observa el panorama de alrededor, se le erizan los cabellos al ver la velocidad con que circulan por allí las gentes del volante, que a fuerza de frenazos, regateos y volantazos están consiguiendo que de momento no haya muertos, ni tan siquiera heridos; lo malo va a ser el día que comience a haberlos, que es precisamente lo que se pretende evitar con esta columna.