M. M.

«¡Chacho! ¡Que nos tocaron!», gritaban pegados al teléfono móvil dos hermanos, Domingo y Raúl Jiménez. Ambos resultaron agraciados con dos pisos, uno para cada uno, en el sorteo de las viviendas sociales del No-Do que se celebró ayer en el auditorio de la Casa de Cultura.

La algarabía de los hermanos y de su familia hizo reír, incluso, a quien se marchó del auditorio con las manos vacías. «Esto es una locura, esta misma tarde vamos a ir a celebrarlo», decían las parejas de los Jiménez, Lucía Gabarri y Rebeca Jiménez, mientras se pasaban al pequeño de la casa, José Jesús Jiménez, de brazo en brazo.

En un momento de sosiego, las parejas lograron explicar su situación hasta ahora. «Nosotros vivíamos en Las Canteras y ellos (por la otra pareja) en la calle Acebal. Digo vivíamos... ¡porque ahora ya tenemos una casa!», apuntaba Rebeca Jiménez, que ya no sabía si saltaba o lloraba de la emoción.

Y como la cosa iba de dos en dos, hubo a quien le salieron del bombo mágico dos números premiados. La anécdota, ya que sólo se podía optar a un piso, fue para Adolfo Hernández, de Villalegre. «Estamos como locos, hasta ahora vivíamos en una casa con siete más y una habitación», decía Hernández. Su ilusión se unía a la de muchos agraciados más como Juan Hernández.

Este último sólo tenía ojos para su hijo David. «Estoy casado, tenemos al pequeño y ésta es la mayor ilusión de mi vida, necesitábamos un techo para vivir», sentenciaba.