El proyecto del Centro Niemeyer ha superado las galernas iniciales y parece ir a flote, logrando ahora por fin -salvo algunos ajustes- alcanzar una unanimidad impensable tras los primeros anuncios. Lentamente, los políticos han ido haciendo pequeñas cesiones, olvidándose de esa manía tan habitual de defender a mamporrazo las paternidades o atacar por doquier lo que venga del de enfrente. Ese nuevo espíritu favorece a un Avilés castigado por anuncios y propuestas que nunca se plasmaron. Han sido necesarios dos años y un par de meses para que pasáramos de aquel primer anuncio a una primera piedra que aún tiene por delante otro tanto para convertirse en un complejo cultural que inicie su andadura para ganarse el apellido de Internacional. No será tampoco fácil, no crean. Los políticos tienen muchas veces las soluciones a los problemas de los ciudadanos y otras veces ellos son el problema. Pero ésa es una vieja historia y no se resuelve en dos días.

Esa «nueva era» grandilocuente que se ha escuchado en el acto de inicio de obras del Niemeyer no será mañana ni pasado. Por eso no conviene inyectar expectativas excesivas, porque la tensión dramática no puede sostenerse mucho tiempo. Lo que hemos visto por ese agujero hacia el futuro que es la «Isla de la innovación» y su -menos cacareada- operación residencial de Divina Pastora es un dibujo de lo que podrá ser, o no; una muestra de lo que quizá sea.

Sé que a veces peco de optimista, pero es por causas exclusivamente científicas: ser pesimista me exige más gasto energético, así que conlleva más entropía y acelera la destrucción del universo, qué quieren. Por tanto, si los políticos dejan de lado sus estériles batallas, actúan con honestidad, se esmeran en buscar a las personas e instituciones adecuadas para culminar con éxito esa gran empresa, estoy seguro de que con tiempo y paciencia se lograrán -no todos o no tal cual- muchos de los objetivos previstos. Avilés se encuentra ante tiempos ilusionantes y echar por tierra ese valor y no aprovecharlo para aunar el esfuerzo ciudadano y político sería demasiado perverso.

Ya avanzábamos ayer que la designación de Rodríguez Vega no gustaría en el PP, ya que con él se produjeron sonados enfrentamientos. Un nuevo modo de hacer las cosas por parte de todos, sumando y no restando, sería más que necesario.

Y, cuidado, que sería un error fiar todo a lo que venga en la margen derecha. La ciudad requiere de cambios, inversiones y mejoras importantes si realmente queremos esa «nueva era». No sea que por mirar al horizonte tropecemos en todas las piedras.