Amaya P. GIÓN

Corre el año 1942, plena posguerra. Nelly Fernández Arias sale de clase, en el Carreño Miranda, hacia el barrio de Sabugo. Cada día, a la una de la tarde, realiza el mismo trayecto en compañía de «Pepete» (José Antonio Suárez), del «pequeño de los Yames» y de su inseparable Nany Fernández. En un puesto de la calle La Estación le espera un trozo de pan. Son tiempos de racionamiento, oscurantismo y desconfianza. Es una época, la de su niñez, en la que la hoy presidenta de Cruz Roja de Avilés descubrió una isla en la que guarecerse en medio de una tempestad. «Eso fue para mí el Carreño Miranda, una isla. No digo que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero gracias al instituto tuve una infancia feliz»», relata Fernández cuando se cumplen 75 años del centro avilesino.

Huérfana de padre desde los 6 años, Fernández regresó a su Pravia natal, procedente de Francia, en 1941. Tras un primer paso por el Santo Ángel praviano, ingresó en el Carreño en 1942 en el preparatorio de Merce Casariego. «Como pasó en la mía, en casi todas las familias faltaba alguien; la principal preocupación de los adultos era subsistir. Fue en el instituto donde nos educamos, profesores y alumnos», relata.

No sólo vivió en sus propias carnes el racionamiento, también el estraperlo: «Mi madre tenía una papelería. Le pedía lápices para el colegio y los vendía para sacar algo de dinero. ¡Hasta yo estraperleaba!», exclama entre risas. Gamberradas aparte, Nelly se confiesa una buena estudiante que conserva un grato recuerdo de sus profesores. Y empieza a enumerar a buen número de ellos, nombres a los que precede de «don» o «doña»: «Don Domingo Casariego, profesor de Geografía e Historia, nos ponía motes a todos. Cuando decía en clase: "Y la música en Pravia" se refería a mí», cuenta. También nombra a Isidro Navarro, al que denominaba «El Guanche» por sus raíces canarias, que plasmó un mensaje en uno de los exámenes de Nelly, tras la resaca de la fiesta avilesina por excelencia: «¡Qué distinto es el examen de Matemáticas de las fiestas de El Bollo!».

«Don Manuel Soria, profesor de Dibujo, nos contaba sus problemas; don Pablo León Murciego, que daba griego, hipnotizaba a los alumnos y nos llevaba cantando desde el instituto, bajando Galiana y hasta el parque (el del Muelle, entonces el único de la ciudad)», explica. No podía faltar la mención a Esther Carreño: «Con ella no había que abrir un libro. Preparaba tan bien las clases que aprendías sin necesidad de estudiar».

Incluso, uno de sus profesores dio el salto a la gran pantalla. «Todos los jueves por la tarde teníamos clase de Religión con el padre Marcos. Años después fue protagonista de la película "El obispo de Teruel"».

Su gran debilidad, y el de muchas otras alumnas, fue, sin embargo, José Díaz García, maestro de Gramática. Las traía de cabeza. A los 76 años, Nelly Fernández muestra orgullosa una estampita en cuyo reverso dice: «Día de San José. 1944. A mi estimada discípula María Nelly, reconocido y con afecto. José Díaz García».

Hurgando en la historia se descubre que el polémico «botellón» no es un invento reciente. En quinto, sexto y séptimo curso había en el Carreño clases de estudio que, de vez en cuando, la joven Nelly convertía en «pasteladas» (o, lo que es lo mismo, «botellones» acompañados de dulces). «Los comprábamos en casa Polledo de Rivero. El hermano de mi amiga Josefa tenía el bar Maruxa y llevaba mistela. Nos íbamos a los praos de La Carriona y hacíamos pasteladas», se confiesa. Nelly Fernández recuerda, como si fuera hoy, las cabeceras de los programas de la radio, la «caja boba» de entonces. «Mi abuela oía todos los días la novela "Un arrabal junto al cielo". Escuchábamos la BBC de Londres, Radio París...». Y es que la joven Nelly siguió, paso a paso, los avances de las tropas aliadas durante la II Guerra Mundial. «Sintonizábamos con el volumen muy bajo "La Pirenaica" para que no nos oyesen los vecinos. En el atlas iba siguiendo el avance de los aliados y marcándolo con un lápiz rojo. Mi amiga Nany me preguntaba por qué tenía el atlas escrito. No se lo decía ni a ella», añade. Pasan los años y se acerca el momento de abandonar la isla. Llega el viaje de fin de curso, a Madrid y a Sevilla, donde Nelly Fernández cumple 18 años en lo alto de la Giralda. Y comienza una nueva vida.

Hoy, a los 76 años, la ex diputada nacional (PSOE) y presidenta de la Cruz Roja ya no pasea por Sabugo con su querida Nany, ya fallecida. Pepete, sin embargo, la espera algún que otro día a las puertas del Colegio de Sabugo, donde estudian sus nietos. Sus rostros, ya marcados por los años, se encuentran y ven en sus ojos la chispa de la juventud, la melancolía de aquellos años en el Carreño Miranda en los que el hoy abuelo acompañaba a su amiga a por la ración del pan del día.