Las relaciones entre concejos no son muy diferentes de las que deben mantenerse en una comunidad de vecinos. Utilizo el símil para explicar claramente la posición de Castrillón respecto al proyecto de construcción de un nuevo acceso al puerto de Avilés, la llamada Ronda Norte, y creo que todo el mundo me entenderá. Como alcaldesa, defiendo los intereses de todos mis vecinos, y esta defensa se basa únicamente en esa motivación, pues, como una parte más del mismo espacio geográfico, deseo que Avilés cumpla sus sueños. Eso sí, no a costa de desbaratar los nuestros como municipio.

El enfrentamiento actual no lo suscita Castrillón, sino una malentendida necesidad de dar nuevos accesos al puerto. Esa ronda que ahora se proyecta es necesaria para que Avilés gane su nueva centralidad, pues las actividades portuarias, actualmente, tienen cubiertas sus necesidades de transporte, tanto por carretera como por ferrocarril. Otra cosa es que los accesos actuales choquen, de pleno, con el proyecto de la ciudad hermana. Por tanto, la primera aclaración necesaria, para establecer qué es y qué no solidaridad, es aceptar que esa nueva calzada se construye para permitir que Avilés crezca. La segunda aclaración es sobre el trazado. El Principado hizo varias propuestas, que pueden resumirse en dos: una que machaca Castrillón, tanto desde puntos de vista ecológicos (destroza la ribera del Raíces), de riesgos medioambientales (cruza un antiguo vertedero de Cristalería altamente contaminado con metales pesados, y bordea las balsas de jarosita de AZSA), patrimoniales (constriñe el área del peñón de Raíces, donde se sitúa el yacimiento arqueológico del Castillo de Gauzón -en el que se forjó la Cruz de la Victoria- y lo divide del monasterio de la Merced, vinculado históricamente a la fortaleza), y urbanísticos (separa para siempre Raíces Viejo de Raíces Nuevo y ambos enclaves de Salinas), como desde aspectos relativos a la seguridad vial (los accesos a la Variante, adonde va a unirse la ronda, se sitúan en La Plata, donde se localizan el antiguo vertedero de basuras y, en el entorno, el acceso de Piedras Blancas y Salinas a la Variante). Todos estos factores negativos deben tenerse en cuenta y entenderse si se quiere tener una opinión cabal de nuestra oposición a esta vía.

La segunda propuesta, que Castrillón acepta, es más favorable para todos: medioambientalmente sólo afecta a unas pequeñas colonias de alisedas y patrimonialmente exige el traslado de tres hórreos, teniendo, además, una conexión más segura con la Variante, pues el lugar donde entroncará esta vía permite la construcción de carriles de aceleración y deceleración con la suficiente longitud. La seguridad no puede perderse de vista, pues esta carretera fue -sigue siendo- un punto negro en la crónica negra de la siniestralidad y creo que no será necesario recordar el alto número de muertos en accidentes de tráfico que se ha cobrado, como para generar nuevos riesgos.

Por tanto, Castrillón no se opone a que Avilés crezca, ni a que proyecte una nueva centralidad, ni a que el puerto tenga unos accesos adecuados. Castrillón desea que el museo Niemeyer sea un punto estratégico que sirva como revulsivo para relanzar esa ciudad y toda la comarca.

¿Cuál es el conflicto? El trazado. Ni más ni menos; que nadie vea fantasmas donde no los hay. El problema es que Castrillón no puede aceptar que ante dos alternativas se vaya a escoger, precisamente, la más lesiva para todos: para el concejo y para la comarca, pues si el Oscar Niemeyer es valioso para Avilés y Asturias, la recuperación del peñón de Raíces y su entorno, también, con un valor que avalan los últimos estudios sobre su datación, que lo sitúan en su origen en el siglo VII. Por si fuera poco, este concejo, que es una parte implicada en este proyecto -el acceso al puerto, pues de un modo u otro atraviesa nuestro territorio-, tiene que asistir como mero espectador a lo que otras administraciones deciden, sin tener información de primera mano sobre el estado de tramitación ni, tampoco, sobre qué alternativa se pretende llevar adelante.

Imaginen de nuevo lo de la comunidad de propietarios en una colonia de adosados: su vecino quiere hacer la salida de su garaje y necesita una parte de su parcela, que junto con la suya (de él) le servirá para cumplir su sueño. Como es una obra importante, la comunidad de propietarios (el Principado) presenta dos proyectos: uno en el que sólo se ocuparán unos metros de su parcela, en una zona en la que hay césped y poco más, y otro en el que acaban con su tejo centenario y con aquello a lo que le den más valor de su jardín, que además queda dividido en dos. Estoy convencida de que, ante una situación así, se opondrían frontalmente a ese acceso y que lucharían con todas sus fuerzas para evitar los perjuicios que les ocasionaría esa nueva entrada, porque además sus vecinos ya disponen de otro acceso y lo que quieren es dejar todo su jardín libre. Pues exactamente eso es lo que sucede en la polémica de la nueva ronda al puerto, y por eso decía que no nos oponemos a que Avilés pueda crecer. Eso sí, no a costa de Castrillón, porque, tal como está planteado, es lo que sucede, y por eso lucharemos con todos los medios a nuestro alcance para evitar que el sueño de otros sea nuestra pesadilla.

Que nadie piense tampoco que la oposición es sólo de esta alcaldesa, porque en esta cuestión tiene el respaldo de toda la Corporación (IU, PSOE y PP), de los ecologistas y de AZSA, que se opone al trazado por las posibles afectaciones a las balsas de jarosita. Alguien debería explicar qué razones hay para que se apueste por la alternativa más lesiva para Castrillón y, también, por qué se rechaza la menos agresiva para todos, que, por cierto, es la que siempre contemplaron Avilés y el Puerto, algo que cualquiera puede comprobar en el planeamiento urbano de ambas administraciones.

Ángela Vallina (IU) es alcaldesa de Castrillón.