El cuarteto «As Art», integrado por músicos de primera línea de la «Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias» (OSPA), ofreció el martes un programa musical, versado en la obra de cámara de Mozart, que, en un ambiente distendido, convenció al público del Centro de Servicios Universitarios de Avilés. El cuarteto, en el que se alternaron los papeles del violín primero y del oboe, hizo gala de su buen entendimiento sobre las tablas en obras que, sin falta de ser las páginas ambiciosas del repertorio orquestal, no están exentas de una finura interpretativa que la formación superó, uniendo virtuosismo y musicalidad en el desnudo formato de a cuatro, ante el público del Ciclo de Cámara en la Universidad.

Dos de los «Divertimentos» que Mozart compuso en Salzburgo, y que suelen sonar en orquesta de cuerda, abrieron la primera parte -el «K.136, en re mayor»-, y la segunda -el «K.138, en fa mayor»-. Con Héctor Corpus al primer violín y Amayak Dourgarian en el segundo, el cuarteto -que completó Vicente Alamá, a la viola, e Yves Nicolas Cernea, al chelo- trabajó bien la escritura dos a dos de la cuerda del «K. 136», si bien la línea principal pidió en frases un punto de mayor ligereza. Destacó la luminosidad del «Andante», característica que recogieron los movimientos centrales también del resto de obras, frente a una interpretación excesivamente romantizada que, por suerte, el «As Art» desechó. En el caso del cuarteto «K.138», Dourgarian destacó en el primer violín por su toque y su capacidad de fraseo, con una técnica y un sonido intachables. En el «Andante» de esa obra, el «As Art» potenció la rica paleta armónica del movimiento, difuminando en ocasiones el protagonismo de la curva melódica del primer violín. Momentos de altura se vivieron en los terceros movimientos, en los que el cuarteto procuró equilibrar el sonido del conjunto con aires graciosos y enérgicos y atacando las articulaciones.

También con Mozart, el «As Art» cerró su aparición con brillantez -no deslució un pequeño traspié al final de la partitura-, esta vez con el «Cuarteto en fa mayor, para oboe y cuerdas, K.370», obra que sirvió para el lucimiento del oboe, con un fraseo ambicioso que Juan Ferriol modeló con maestría.

El «Cuarteto en si bemol mayor, para oboe y cuerdas», de Bach, completó el programa de la galante velada como cierre de la primera parte. El violín de Corpus y el oboísta Ferriol se entendieron perfectamente al llevar las riendas en el cuarteto del compositor barroco -ya que tampoco oscureció la interpretación una cadencia del oboe en el «Allegro»-. Las características de las que goza la página -efectos sonoros, juego de timbres y encuentro de sugerentes armonías- fueron llevadas con profesionalidad por el «As Art».