Por el folclore se llega a la imaginación. De ahí a la pura celebración, sólo hay un paso.

La compañía «Ibérica de Danza» traspasó anoche el umbral de la pasión y, con pasos de baile, entre ciertos e inventados, completó un aniversario como para que cumpla muchos más.

La de anoche será una noche de memoria para los espectadores que se acercaron al teatro Palacio Valdés y soplaron las velas en el 15.º aniversario de la compañía madrileña, entre la tradición y la modernidad. Pasos de Sección Femenina y movimientos como de tutú. Los madrileños, que residen en el teatro de Las Rozas, salieron a la escena avilesina de rebote, después de una deserción del grupo de María Giménez. Pero nadie la echó en falta.

«Ibérica de Danza» -ocho músicos en vivo y once bailarines sobre la escena- pisó las tablas al ritmo popular del reloj de las horas que se acaban, un tema de la orilla del Jarama musicado por Eliseo Parra y coreografiado por Manuel Segovia -como todo el repertorio-. Así que voz, piano, flautaÉ el camino directo hacia la recreación de la vida. Tras una obertura musical para marcar el territorio -«Pangea», de Javier Paxariño-, llegaron los danzantes, que vistieron con devoción el recorrido de la edad pasada a los pasos contemporáneos: memoria de la música y memoria de la vida pretérita vuelta del revés.

«Ibérica de Danza» entusiasmó a los espectadores que eligieron la mejor tarde en un teatro Palacio Valdés a más de medio gas de lo acostumbrado.

Los quince años de la compañía madrileña merecen quince años más. La danza con la música en vivo merece el entusiasmo marcado por el no siempre entusiasmado público avilesino.

Los madrileños reinventaron, con imaginación, con versatilidad -con elasticidad, si cabe- el folclore de Córdoba, de León, de Valencia o de Galicia. Y se llevaron todos los aplausos.