Luanco, I. GARCÍA /

M. MANCISIDOR

Cero-cero o sin alcohol, como una conocida marca de cerveza. Así celebró ayer Luanco la que se podría definir como la primera fiesta apta para todas las edades en mucho tiempo. Los establecimientos hosteleros de la plaza del Cristal, punto de referencia entre los menores luanquinos cada fin de semana, llevaron a la práctica su anunciada decisión de elevar la edad mínima para beber alcohol a los 18 años -en Asturias la ley permite que los mayores de 16 puedan consumir bebidas de menos de 18 grados- y las fuerzas del orden se dejaron ver en la capital gozoniega para evitar lamentables sucesos como el que se produjo hace una semana.

Entonces, una menor resultó herida grave tras recibir una brutal paliza a manos de otro joven, también menor de edad. El adolescente, al que se acusará de intento de violación e intento de homicidio por estrangulación, está en libertad. La joven evoluciona favorablemente de los daños sufridos. Este suceso, que conmocionó a los vecinos de Gozón, fue el desencadenante de la «ley seca», que ayer era un tema de conversación recurrente entre los reducidos grupos de jóvenes que devolvieron al Cristal la tranquilidad de antaño.

Algunos de los adolescentes, que prefirieron mantener el anonimato, achacaron la escasa afluencia de público al incidente del pasado sábado. «A estas horas, la plaza tenía que estar llena, y somos cuatro; otro sábado cualquiera no se podría ni estar aquí», decía una joven mientras señalaba el entorno de la zona de movida de Luanco. En la mayoría de los bares, como, por ejemplo, el de José Manuel Suárez Menéndez, no se servía alcohol a menores. «Preferimos tener el bar vacío antes que servir alcohol a niños», decía el empresario. En otros locales, carteles recién impresos daban fe de la fiesta cero-cero, y en la discoteca la intención era repartir fresas con nata.

Durante buena parte de la tarde, los agentes vigilaron a los jóvenes. También algunos padres se aproximaron a la plaza del Cristal, un punto de encuentro que en los últimos años se caracterizó por problemas derivados del excesivo consumo de alcohol y, en casos puntuales, ingesta de otras sustancias por parte de algunos adolescentes. «No queremos que la plaza del Cristal sea un espacio sitiado por la Policía, pero tampoco que en tres semanas vuelvan las peleas», afirman hosteleros, padres y adolescentes.