Hace unos días este mismo diario publicaba un reportaje de Illán García, datado en Luanco, con el título «El concejo marca su territorio», teniendo como subtítulo «El gobierno gozoniego critica el intento de Avilés de apropiarse de elementos del concejo, como el faro de San Juan y La Granda».

Vayan por delante mis respetos para el concejal de Gozón don Ramón Artime, quien -ante la propuesta de la Agrupación Social Independiente de Avilés para que el Ayuntamiento avilesino habilitase el faro de San Juan como centro de no sé qué cosas- manifiesta rotundamente que «el faro de San Juan de Nieva fue, es y será gozoniego», dando a entender, con meridiana claridad, que el Ayuntamiento avilesino no tiene ningún pito que tocar en ese faro.

También debo dejar claro que yo soy avilesino, pero también me siento «gozoniego», porque mi bisabuelo José Manuel García-Pola y una buena parte de mis antepasados proceden de Gozón. Fue mi bisabuelo quien regaló la vieja capilla, propiedad suya, que existía en Santiago de Ambiedes, así como unos terrenos que tenía a su alrededor, colaborando también económicamente para la construcción del nuevo templo parroquial. Y, como prueba de su agradecimiento, los vecinos reservaron para mi bisabuelo y sus familiares una capilla privada en el nuevo templo, que desapareció con el frenesí destructor de los años 30 del siglo pasado. Remito al lector curioso al reportaje de Illán García que se publicó en este mismo diario el 17 de septiembre último.

Pero pasemos a hablar del problema de los «localismos», que si seguimos así veo difícil, por no decir imposible, que alemanes, franceses, ingleses, italianos, suecos, etcétera, y, por supuesto, los españoles lleguemos algún día a sentirnos ciudadanos europeos, por encima de nuestras propias nacionalidades, cuando ni siquiera parecemos capaces de salir de nuestro propio terruño.

Quede claro que, en el caso concreto que nos ocupa, don Ramón Artime cumple con su obligación de concejal de Gozón al defender la integridad de este territorio y la esfera de sus propias competencias. Don Ramón no es el responsable de que ocurran estas cosas; el responsable es el sistema existente en Asturias y en otros lugares de España. Pero, sobre todo, aquí, en Asturias, un territorio relativamente pequeño, en el que coexisten -nada más y nada menos- que setenta y ocho ayuntamientos, setenta y ocho términos municipales, dentro de una superficie total de 10.565 kilómetros cuadrados y un millón largo -no muy largo- de habitantes, exactamente 1.074.862, de los que la mayor parte, 714.000, vive en los seis grandes municipios: Oviedo, Gijón, Avilés, Langreo, Mieres y Siero. Quedan, por consiguiente, tan sólo 360.862 habitantes para «repartir» entre los 72 municipios restantes; entre ellos, el de Gozón.

Setenta y ocho ayuntamientos -en toda España hay algo más de 8.000, y la mayoría languidece lentamente, como una vela que se apaga, a causa de la realidad social y económica circundante-, todos ellos con alcalde, concejales -liberados y sin liberar-, secretario de carrera, interventor, depositario, oficiales administrativos, auxiliares, técnicos, operarios, etcétera, y en los más importantes, asesores y secretarios de varias clases, integrando entre unos y otros una extensa relación, capaz por sí sola de dejar esquilmado el tantas veces exiguo presupuesto municipal.

De aquí que me muestre totalmente de acuerdo con el editorialista de este diario, quien el 17 de febrero último señalaba que «el futuro de Asturias depende de la reorganización de su territorio», añadiendo que «las dos batallas por afrontar» son «la demográfica y la de la reconversión territorial». Y me parece que también tiene razón el catedrático y economista asturiano Joaquín Lorences, quien recientemente afirmaba que «una región de sólo un millón de habitantes con 78 ayuntamientos es lógico que tenga una Administración poco productiva».

Entramos así en la consideración de esa figura jurídico-territorial que es «la comarca», con varias normas a considerar, aunque las más importantes son -o eso me parece- el artículo sexto del Estatuto de Autonomía para Asturias, en el que se menciona la comarca como uno de los dos modelos de organización territorial del Principado -el otro es el municipio-, así como la ley 3/1986, de 15 de mayo, que regula el procedimiento para la creación de comarcas en Asturias.

Esta ley de 15 de mayo de 1986 regula la «comarca» como una entidad local supramunicipal, con personalidad jurídica propia, integrándose por aquellos concejos limítrofes que estén vinculados por características geográficas, socioeconómicas o históricas, o bien por intereses comunes que precisen de una consideración y de una gestión unitaria o aconsejen la prestación de servicios a nivel territorial superior al de cada uno de los que en ella se comprenden, para lograr así una mayor eficacia y un más óptimo grado de rentabilidad social y económica.

Probablemente no debo ser yo sólo quien entiende que Avilés, Castrillón, Corvera, Gozón e Illas -como mínimo- integran una comarca, la de Avilés, por ser concejos limítrofes y hallarse vinculados por idénticas características geográficas, socioeconómicas e históricas, incluso por los mismos intereses, que requieren una unidad en la organización y prestación de servicios, por encima de la de cada uno de esos municipios, cumpliendo así uno de los objetivos previstos por aquella ley.

Resulta conveniente insistir en la importancia de esta figura jurídico-territorial de la comarca, ante el reto del diseño de Asturias, no ya con vistas al futuro, sino pensando en el propio presente. En tal sentido, debo destacar, por su importancia, dos editoriales de este mismo diario: uno, publicado el 15 de noviembre de 1998, titulado «Pensar la Asturias que queremos», y el otro -ya citado y bien reciente- del 17 de febrero de este mismo año. Conviene releerlos y repensar su contenido.

Mantengamos un diálogo sereno entre todos los interesados por la reorganización territorial de Asturias, ya que no es poco lo que nos jugamos, aunque sí van a ser muchos los obstáculos y las barreras que vamos a encontrar en este esfuerzo por acabar con los pequeños localismos, todos ellos más o menos interesados.