E. CAMPO

Basta echar un vistazo a las orillas de la ría de Avilés para darse cuenta de que los mejillones campan por sus anchas, adheridos a rocas, cadenas, dársenas y todos los elementos que les permiten subsistir. Según explica César Álvarez, del colectivo ecologista Mavea, hace diez años que comenzaron a verse los moluscos, desde que entraron en funcionamiento las depuradoras de Ensidesa. En estos diez años la progresión fue continua, hasta convertirse en una auténtica explosión. «Hay miles por todas las orillas», afirma. Lo que César Álvarez lamenta es que no se pueda saber cómo influyeron los vertidos de la ría en la fauna. «En Navidad recogimos muestras de moluscos y las llevamos al Ayuntamiento, pero las tiraron a la basura con la excusa de que los análisis eran caros», protesta el ecologista. En cualquier caso, asegura que no es aconsejable comer los mariscos que viven en la ría.

La progresiva mejora de las condiciones del agua es, según Álvarez, la razón que explica esta población tan abundante de mejillones. Se trata de unos moluscos bastante tolerantes, dentro de unos límites, cuya abundancia enriquece el ecosistema. Además, no se trata de los únicos pobladores de las aguas del estuario: almejas, caracoles, cangrejos, congrios, bogavantes, ostras, andaricas, ñoclas y navajas son algunas de las especies que los incondicionales de la ría tienen contabilizados.

José Ramón Menéndez, trabajador del Puerto en el servicio de ayudas a la navegación, asegura que hace diez años no se veía ningún mejillón. «Primero empezamos a verlos pequeños y muertos», recuerda. Ahora, grandes y vivos, habitan hasta en las cadenas de las boyas, como lo atestigua el buzo José Domínguez, que tras zambullirse junto a una de éstas señales regresó a la superficie con enormes ejemplares en sus manos. «Está de mejillones hasta arriba», aseguró.