La crisis económica, que ya no es siquiera desaceleración, sino repunte de no sé qué y no sé cuánto más, según el ministro Solbes, hace que las familias cambien sus hábitos de consumo. Le preguntas al dueño de un bar cómo van las cosas y te responde que el que antes tomaba dos o tres cervezas, ahora sólo toma una y muy de vez en cuando. En los dos primeros meses del año, la actividad de la hostelería creció un 3,5 por ciento por debajo de la inflación. En lo que se refiere a la alimentación, la subida de los precios ha producido un descenso bastante generalizado de las ventas en casi todos los productos.

El consumo de ropa empieza a ser también menor, teniendo en cuenta, además, que la inestabilidad del tiempo -ahora hace calor, ahora caen unas gotas- no facilita la mudanza en los armarios. En Milán, Ettore Pasquale, empleado de un establecimiento de moda en la Via Manzoni, ganó un premio instituido por el comercio local por su gran disposición a retocar sobre la marcha los escaparates en función de la climatología.

Este invierno pasado, las rebajas han contado con los mayores descuentos de la historia. La campaña tuvo como principal rasgo diferenciador de otras anteriores una reducción determinante de los precios desde el primer momento.

Yoani Sánchez, la cubana del blog «Generación Y», de las Yanisleidi, Yoandri, Yusimí y todos aquellos náufragos de la dictadura castrista cuyos nombres empiezan por «Y», ha utilizado la fina ironía caribeña para explicar cómo los funcionarios del régimen le han impedido viajar a Madrid para recoger el premio «Ortega y Gasset» de periodismo. «Me han dado el premio "blogger cautiva"», ha escrito. «No importa si mantienen retenido mi pasaporte. Desde hace un año tengo otro que en el acápite de nacionalidad exhibe una breve palabra: "blogger"». Como dice Yoani, viajar por el ciberespacio no depende afortunadamente de cuánto esté dispuesto a alargar la mano Raúl Castro.

La tiranía es tan atroz como estúpida en Cuba. Hace años conocí en Cayo Largo a la camarera de un restaurante -Estela se llamaba, nunca se me olvidará su nombre- que me rogó si podía enviarle por correo «unas novelitas de Corín Tellado», cuya difusión estaba prohibida en la isla, supongo yo para evitar flaquezas revolucionarias con las inofensivas historias de amor de la escritora gijonesa. Envié las novelas, pero nunca volví a saber de Estela, una reaccionaria a ojos del régimen de La Habana por querer refugiarse en una nube de algodón.

En las sobremesas con el abogado consistorial, Francisco Sánchez, surge estos días el nacimiento de Israel, que proclamó el 14 de mayo de 1948 Ben Gurion, uno de los padres de la patria, bajo un retrato de Herzl, fundador del sionismo. Ben Gurion era para su pueblo la reencarnación de un profeta bíblico. Tuvo en Golda Meir, que más tarde se convertiría en primera ministra, un importante apoyo. Sin embargo, discutían frecuentemente, se llevaban como el perro y el gato. El padre de la patria llegó a decir de Meir que era el único hombre de su Gabinete, cuando desempeñaba el cargo de Exteriores. La laboriosa e inteligente Golda Meir penetró en 1948 disfrazada de campesino en territorio árabe para negociar con Abdallah, rey de Transjordania, un armisticio, quien después de largas horas de discusión acabó diciendo de ella lo siguiente: «Me han dicho que tiene usted un marido. Habría que condecorarlo». El maestro de periodistas Indro Montanelli hizo una descripción perfecta de los dos fundadores del Estado israelí: «Golda era la mamá del campamento, que cocinaba el rancho mientras Ben Gurion leía los sermones».

El acuerdo de no agresión con Abdallah consistía en que el rey de Transjordania se quedaría con la parte árabe de Palestina, mientras los judíos ponían en marcha su propio Estado». La Liga Árabe presionaba, mientras tanto, a Abdallah. Golda Meir no se salió ni por un momento del guión. El rey insistía una y otra vez en rogarle a la ministra de Exteriores que no se partiese el territorio, que todo se vertebrase en Transjordania, ofreciéndoles a los judíos una amplia autonomía en los territorios donde su población fuese superior en habitantes. Como podrán comprobar, no hubo acuerdo: los árabes siguieron con sus planes de invasión de Palestina e Israel proclamó su independencia. El resto sigue siendo, años después, noticia.

La lluvia se ha colado de manera intermitente. Como agua de mayo decimos de algo que se aguarda con ansiedad, del mismo modo que el campo espera con sed las precipitaciones de la primavera. Ha llovido y llueve en toda España, incluso en los lugares donde más falta hacía el agua para combatir la sequía. La lluvia en Avilés es atlántica y persistente, y aunque sea por mayo también cala el sayo. Pero el mayor chaparrón es el que se avecina, con las hipotecas más caras, el endeudamiento cada vez mayor de las familias, el descenso en las ventas, los precios más altos en la alimentación y la caída de un 30 por ciento en la solicitud de créditos en los tres primeros meses del año. Éste es un tipo de agua que no se espera, ni en mayo ni en ningún otro mes del año, pero hay que empezar a pensar cómo ponerse a resguardo. Eso, contando con los 400 euros de Zapatero.

No los coman

La ría ha recuperado su población de mejillones. Absténgase, sin embargo y por ahora, de comerlos si alguien se los ofrece. No es una mala noticia que los moluscos vuelvan a un estuario más limpio, pero tampoco hay motivos suficientes para fiarse de la salubridad de las aguas de Avilés. También hay almejas, cangrejos y hasta bogavantes. Es posible que los delfines regresen o vuelva una foca a orillas del Niemeyer, que podría estar listo en el momento en que a lo mejor sí es posible hincarle el diente a un mejillón sin tener que ingresar en la unidad de urgencias del Hospital San Agustín. Buena noticia la de los mejillones de la ría, que habían desaparecido con la llegada de Ensidesa, y ya los tenemos aquí de nuevo. Mucho mejor leer estas cosas que enterarse de un nuevo vertido industrial. Sobre el citado Niemeyer, no sabemos si siguen o no con las catas del terreno y cuando empezarán lo que se dice las obras. Pero el centro cultural de la ría no es una presencia cualquiera, no debe preocuparnos, por tanto, si nos acompaña o no físicamente. El Niemeyer existe desde el mismo momento en que el Principado y el Ayuntamiento se han empeñado en convencernos de que así es. En realidad, no han empezado las obras, pero eso no impide que persigamos el espíritu, como ocurre con la creación. Con el edificio diseñado por el arquitecto brasileño ocurre lo que en otros proyectos apenas hemos vislumbrado o soñado, que es la presencia virtual muy por delante de la física que todos aguardan para saber qué es lo que realmente nos espera. Cuánto y cuándo.