Francisco L. JIMÉNEZ

Las instalaciones avilesinas de Du Pont, constituidas por la planta de sontara y la de protección de cultivos, han alcanzado un hito histórico, según responsables de la compañía, al obtener un cien sobre cien en las auditorías de seguridad que la multinacional estadounidense efectuó en 2007. La planta del valle de Tamón se convierte, así, en referente a nivel mundial en cuestiones relativas a la seguridad en la industria. «Si no hay riesgo, no hay accidente», dice la filosofía de la empresa. Como en tantas otras cuestiones relativas a seguridad, Du Pont trata de ir por delante de la normativa y de los usos convencionales de la industria.

El desvelo de los directivos -y también de los trabajadores- de Du Pont por la seguridad es un celo, una obsesión que muchas veces ha resultado incomprendida e incluso ha sido denostada en ciertos ámbitos de la región por «enfermiza», pero que recientemente ha dado frutos espectaculares. Ésa es la lectura que puede hacerse de la excepcional calificación de seguridad que otorgó en 2007 la dirección mundial de Du Pont a dos de las tres fábricas asturianas en activo. Y es que la planta de sontara y la de protección de cultivos lograron una calificación de 100 sobre 100 en la auditoría bienal de gestión de seguridad de procesos (PSM) que viene realizando Du Pont en todos sus centros de trabajo desde hace más de un siglo.

La nota media del referido examen es de 80 sobre 100 y Asturias ya había marcado un hito hace años anotándose un 97 sobre 100. Lo que nunca había ocurrido en las auditorías de seguridad en Du Pont -posiblemente las más exigentes de la industria mundial, según responsables de la empresa en Asturias- es que una fábrica lograse un 100 sobre 100. Y que el mismo emplazamiento, en este caso el de Tamón, consiga dos «plenos» entra en el campo de lo impensable. «Sí, es algo que bien podría calificarse de histórico», admite Enrique Macián Cardete, presidente de Du Pont para España y Portugal.

Sendos carteles, uno a la entrada del valle de Tamón y otro en el vestíbulo del edificio de oficinas donde está el «cerebro» asturiano de la multinacional, hablan a las claras al visitante de que está entrando en los dominios de una empresa que está orgullosa de ser líder mundial en materia de seguridad. El primero informa de que han transcurrido 78.840 horas ininterrumpidas de trabajo en el valle de Tamón sin accidentes, ya sean de empleados de la multinacional o de trabajadores de subcontratas, que implicasen la pérdida de días laborables por baja. Calculadora en mano, eso son nueve años; precisamente se cumplieron ayer, domingo.

El segundo cartelón reza así: «Es objetivo estratégico de Du Pont proteger a las personas, sus propiedades y operaciones y al medio ambiente en todo el mundo, compartiendo nuestro conocimiento y experiencia para ofrecer soluciones que hagan la vida más segura». Semejante declaración, excepto por el moderno apartado referente al medio ambiente, data ya del siglo XIX, cuando la empresa comenzaba su andadura y se dedicaba, con algún que otro accidente ciertamente desgraciado, a la fabricación de explosivos.

«En el universo de Du Pont o eres seguro o acabas por desaparecer», sentencia Macián. Por eso es tan importante, admite el presidente, la aprobación «cum laude» de la auditoría interna en la materia. «Por prestigio, por la imagen que ofrece de nosotros y porque afecta, en este caso de forma positiva, a la hora de captar nuevas inversiones, el logro alcanzado es muy importante», explica el directivo.

La auditoría de seguridad de Du Pont evalúa tres áreas y pone nota a diversos aspectos de cada una, además de asegurarse de que las fortalezas en alguno de esos campos no oculta debilidades en los otros. Por verlo de un modo gráfico: si un solo eslabón falla, la seguridad de la cadena ya está en entredicho.

El primer frente que examinan los auditores es la tecnología, el conocimiento que de la misma tienen los trabajadores y la valoración de riesgos realizada en la fase de diseño de las fábricas, así como las soluciones adoptadas para eliminar esos motivos de preocupación. La consecuencia extrema del conocimiento de la tecnología que manejan los trabajadores de Du Pont es, según cuenta Enrique Macián, que «cualquiera de los trabajadores, si advierte de un problema que juzga grave, puede, simplemente tocando un botón, parar la fábrica. Repito, cualquier trabajador, y sin consultar con ningún superior».

Las instalaciones son lo segundo que inspeccionan los auditores. «Ni una fuga, ni un goteo, ni una anomalía mecánica... La exigencia es absoluta: riesgo cero. No vale menos», asegura Macián. Y explica por qué un rigor tan exhaustivo: «Si hoy se tolerase una pequeña fuga de agua, que es inocua, mañana no se le daría importancia a otra de cloro y pasado quizás se hiciese la vista gorda con otra de ácido. Es decir, para evitar situaciones con riesgo lo mejor es combatir hasta las que no lo tienen».

El tercer y último campo de observación relacionado con la seguridad tiene que ver con el personal, empezando por el director y acabando por el último contratado. «Evaluamos el grado de formación, el entrenamiento para hacer frente a situaciones de emergencia y la capacidad de los mandos de segunda línea para suplir a los de primera, dado que por la dinámica de traslados de Du Pont es frecuente que la gente cambie de destino laboral con asiduidad», explica el presidente de Du Pont en la península.

El éxito del emplazamiento asturiano de Du Pont en materia de seguridad ha despertado la admiración de otras fábricas del grupo -«nos han llovido felicitaciones», cuenta Macián- y la curiosidad. «Hemos recibido decenas de solicitudes de visita para conocer las claves de tan alta puntuación en materia de seguridad, tantas que tememos no poder atenderlas todas», explica el directivo.

Para Enrique Macián «no hay más secreto que el compromiso individual adquirido por los trabajadores de Du Pont en Asturias para alcanzar la excelencia». Y añadió: «Hoy, afortunadamente, la seguridad y la inversión de recursos en la misma han dejado de ser vistas como un "rollo"». Sirva de epílogo el punto 9 del decálogo básico de seguridad de Du Pont: «Buena seguridad es buen negocio».