E. CAMPO

Manuel García quiere ser piloto de ultraligeros. Y va camino de ello. Este avilesino de 74 años, vecino del Pozón, acude todas las semanas a La Morgal, a realizar la instrucción pertinente en la Escuela de Aviación Sotres. Ahora que está jubilado, ha decidido conquistar aquel sueño de juventud y volar con algo más que con las alas de la imaginación. Lo único que lamenta es no haber empezado antes.

Su afición por el vuelo viene de antiguo. En sus años mozos fue soldado en Aviación, en Marruecos, y allí le tocó empujar muchos aviones. Pero ahora ya remonta el vuelo, de la mano del instructor Joaquín Fanjul. «Además de las clases prácticas, tenemos también teoría, sobre temas de mecánica e instrumentación», explica Manuel García, que asegura no sentir ningún miedo pilotando el ultraligero. «Al que le da miedo no puede salir, te tiene que gustar».

Como si fuera en un coche de una autoescuela, el avión de aprendizaje cuenta con un mando doble, para que el monitor pueda corregir las maniobras del alumno. «En teoría parece todo fácil. En tierra son lo pies los que manejan el avión, hasta la pista de aproximación. Luego hay que calentar motores? aparentemente es fácil», insiste. De momento lleva ya una docena de clases, pero tiene que llegar hasta las 20. En sus vuelos de aprendizaje sobrevuelan frecuentemente la zona del Naranco. En cambio la comarca avilesina está prohibida, por la proximidad del aeropuerto, y tampoco pueden sobrevolar zonas de población. El límite de altura permitido para los ultraligeros es de 300 metros sobre el nivel de tierra.

«Es una gozada», describe este avilesino la sensación de pilotar. Una sensación que no cualquiera se puede permitir, ya que es necesario pasar un reconocimiento físico previo. Manuel García no tuvo ningún problema: lleva años haciendo gimnasia -«tres o cuatro horas diarias y un par de vinos en Parque Astur»-, se marcó 770 kilómetros hasta Santiago de Compostela en 28 días, es aficionado a las marchas y excursiones de todo tipo y ya prepara el próximo Xacobeo. Después de pasar el reconocimiento, tuvo que solicitar permiso de Aviación Civil.

El carné de piloto, para el que tendrá que superar exámenes teórico y práctico, le permitirá volar por territorio nacional. Pero no se conformará con eso, ya tiene próximo objetivo. Será paracaidista. Y, entre tanto, intenta contagiar a su nieto, que ya apunta maneras, el espíritu de aventura.