La muerte de Tomás Medina es una gran pérdida para Avilés y para Asturias. Quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo, de gozar de su amistad, descubrimos que tras el emprendedor empresario que fue había una persona con alma, con sentimientos, con profundas convicciones y con un corazón inmenso.

Para mí fue un amigo, lo que es mucho en los tiempos que corren; un amigo que me demostró siempre confianza y lealtad, y que sabía también poner freno, con criterio recto y contundente, a mis miedos y cuitas. Somos -éramos- personas bien distintas, con ocupaciones diferentes y gustos no muy parejos; pero esa barrera la superaba constantemente Tomás con su vitalidad, su inteligencia y su sensibilidad para apreciar aquello que no comprendía del todo, aunque sabía que podía ser importante para mí y para sus amigos. Ésa es, sin duda, la mayor demostración de su inteligencia.

Hombre de éxito empresarial, se mantuvo siempre pegado al suelo, lejos de cualquier vanidad o ensueño, apreciando las cosas no por su valor, sino por su sentimiento.

Avilesino hasta la médula, asturiano de profundas convicciones, llegado de niño a Valliniello desde Jaén, Tomás Medina era ante todo un «paisano» en toda la positiva extensión de esta expresión tan nuestra.

No era melómano al uso, pero fue un apoyo constante para las actividades de la Orquesta Julián Orbón, de la que aceptó ser su presidente por ayudar, por echarnos una mano, porque quería aportar su cariño a los jóvenes que se procuran un hueco en la vida, tal vez porque él sabía muy bien lo que era buscarse las habichuelas.

Apoyó muy generosamente también el proyecto de la Fundación Avilés Conquista Musical, donde estaba como patrono con nosotros, amén de aportar personalmente una cantidad relevante.

Y su generosidad abarca muchas facetas y personas de toda condición. No es momento de enumerar; pero es un dato singular ver las caras de tantos amigos acercándose consternados a su mujer y su hijo, sin querer creerse lo que les estaban contando.

Estará ahora removiendo el cielo para buscarnos un sitio cómodo.

Finalmente me veo escribiendo de él, cuando nunca lo había soñado ni por el forro, ante una desgracia irreparable, que me deja una vez más solo ante la eterna pregunta: ¿qué estamos haciendo aquí?

Tomás, querido, descansa en paz.

José M.ª Martínez Sánchez es director de la Orquesta Julián Orbón de Avilés.