He tenido un sueño en el que el Centro de Arte Contemporáneo Oscar Niemeyer era una realidad, conocido y reconocido mundialmente por ser referente artístico y cultural, al que los avilesinos y asturianos le infundían un carácter personal con aportaciones y contenidos propios. Habíamos superado la copia de proyectos ya caducos consistentes en construir «edificios escultura», en donde lo importante es el envoltorio dejando que el contenido se nutra fundamentalmente de una cultura oficialista de los grandes intereses del sector. Nuestro centro tenía un proyecto concreto, en él se desarrollaba una forma novedosa y creativa de mostrar el arte y la cultura, interactuando con la ciudadanía haciéndola partícipe de su actividad, nos hacía sentirnos orgullosos. No era un centro como el Guggenheim o la Ciudad de las Artes y las Ciencias, tan impersonales en su oferta cultural, que viene a ser más de lo mismo y que generan cuantiosas pérdidas solo asumibles por grandes ciudades.

Nuestro centro era factoría cultural y artística «autosuficiente».

Para su sostenimiento, además de sus propios recursos, contaba con el apoyo de los organismos oficiales. En nuestro centro, al creer en su actividad colaboraban organizaciones de todo tipo: desde empresas que veían las sinergias que esta actividad proporcionaba a sus intereses empresariales y comerciales, hasta los ciudadanos de a pie que al comprobar que servía para su realización y enriquecimiento como persona igualmente aportaban recursos para su sostenimiento.

Vi una fantástica Isla de la Innovación que dejaba de ser un proyecto utópico y adquiría toda su funcionalidad. El Gobierno apostaba por ella ubicando allí centros oficiales de investigación, las grandes empresas que realizan I+D+i escogían la isla para instalar sus centros, y lo hacían porque Avilés era un lugar que reunía los requisitos para hacer atractiva la estancia a esos investigadores que en la actualidad ya no se mueven sólo por el dinero, sino que prima más la calidad de vida que ofrece el lugar de trabajo para ellos y sus familias.

La construcción inmobiliaria era una anécdota en el proyecto.

La barrera ferroviaria se había eliminado gracias a la creatividad de nuestros técnicos y la voluntad política de nuestros gobernantes.

La entrada a la villa era amplia y cómoda, dando sensación de ciudad del siglo XXI.

Los visitantes que llegaban por riadas a Avilés atraídos por la excelente difusión de sus atractivos contaban con suficientes infraestructuras para ser cómodamente alojados, para ocupar su tiempo libre disponían de múltiples actividades que los impulsaban a quedarse más días de lo previsto y cuando regresaban a sus ciudades de procedencia transmitían las bondades de nuestra ciudad, creando un flujo de bienestar y progreso para la ciudad y Asturias.

Y soñé, soñé?

Antonio Pérez Pérez es miembro de la asociación El Adelantado.