Soto del Barco,

Ignacio PULIDO

La presencia de habitantes en la comarca del bajo Nalón se remonta a tiempos inmemoriales. Prueba de ello son los múltiples vestigios arqueológicos que pueblan las riberas del río, como las villas romanas («villae») de Murias de Ponte, en Soto del Barco, y Santa Magdalena de la Llera (Pravia) o los castros de Doña Palla (Peñaullán) y el del castillo de San Martín, también en Soto del Barco.

«Se sabe que toda esta zona era un área muy habitada ya en época prerromana. Durante la romanización, se convirtió en un importante lugar de paso gracias a la actividad minera que se desarrolló en la cuenca del Narcea», explica Javier Fernández Conde, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo.

Conde defiende la importancia de las Murias de Ponte, un yacimiento que nunca ha sido excavado, si bien se logró proteger hace años del paso de la Autovía del Cantábrico, que ahora discurre a pocos metros de donde se asienta la antigua villa romana. El catedrático aboga por investigar el yacimiento y señala que la superficialidad de los restos haría de ésta una excavación sencilla. «Debería hacerse un plan histórico-arqueológico del Nalón para Soto del Barco, Muros y Pravia que recogiera todos los documentos y noticias. Esto nos ayudaría a saber más de la corte de Pravia y podría dar lugar a sorpresas», apunta.

Quizá la materialización del proyecto de investigación esté próxima ya que el Ayuntamiento de Soto del Barco prevé estudiar el yacimiento. El alcalde, Jaime Menéndez Corrales, considera que habría que iniciar los trámites y realizar un diagnóstico fidedigno del yacimiento, aunque apostilla que debe ser la Consejería de Cultura quien establezca las pautas. «Si se reuniesen las condiciones adecuadas se podría ofrecer al concejo algo tan atractivo como la villa de Veranes», declara el edil sotobarquense.

Para Menéndez Corrales, la red museológica que se proyecta para el bajo Nalón podría sentar un precedente. «Estará orientada a las actividades llevadas a cabo en el río: se prevé un museo del salmón en Pravia; en Muros se está apostando por la arqueología industrial, que aporta el puerto de San Esteban; para Soto del Barco, un museo de la angula y de las especies acuáticas que pueblan la ría. Este proyecto podría sentar las bases para futuras colaboraciones que tuvieran en cuenta los diferentes yacimientos arqueológicos de estos municipios».

Las Murias de Ponte fueron descritas por primera vez a finales del siglo XVIII por Antonio Juan de Bances y Valdés en su obra «Noticias históricas del concejo de Pravia». «Es así, pues, que en la parte superior de la huerta o ería de las Murias de Ponte, que es su nombre propio, y cuyo dominio pertenece a varios particulares por adquisiciones modernas, arrimado al labio de la derecha de aquella especie de valle, se reconocen aún hoy en día, no sólo cimientos en larga distancia, sino paredones de la mayor solidez y consistencia, y que pueden apostar duración con los tiempos», recoge literalmente el texto.

Según la descripción de Bances y Valdés, «en la parte oriental está entero el aljibe o pozo para recoger el agua de lluvia, pues otra no podía entrar en él, aunque hay un arroyo bien cerca». Tal y como recoge el historiador praviano, tanto el pozo como los paredones estaban construidos con piedra y una mezcla de cal fortísima. «Son muy anchos y parece que la obra corrió por más de cien varas al Norte, hasta dar vista a las primeras casas de Ponte», añade.

En «Noticias históricas del concejo de Pravia», Bances y Valdés asegura haber encontrado en 1794, junto al alcalde Nicolás Bernardo Galán Menéndez, un gran mosaico en el suelo de la «villae». El historiador se quedó con un fragmento que compara con el enlosado de la Cámara Santa de Oviedo. Y concluye: «De ladrillos de labio levantado, como los hallados en Santa Magdalena de la Llera de Santianes, y de todo género de ripio y mezclones de cal, están llenos todos aquellos contornos. Con que precisamente éste fue alcázar o palacio igual de los que poblaron en Lugo y en Gijón, y quizá de los primeros de Asturias».

En el año 1953 José Manuel González realizó un estudio sobre el yacimiento, mientras que Carmen Ochoa hizo lo propio en la década de los setenta. Ochoa encontró restos de tegula y cerámica tosca, y llegó a determinar que la villa romana ocupaba una extensión total de media hectárea. Posteriormente, fue descubierta una estela que formaba parte del muro de un caserío próximo.

Las tierras que ocupa la villa fueron roturadas hasta la última década. Los vecinos del lugar comentan que al arar siempre salía mucha cerámica. El mosaico que menciona Bances y Valdés forma parte de los numerosos romanos existentes en toda Asturias. «La presencia de tal manifestación artística denota la importancia del lugar», sostiene Javier Fernández Conde.

El arqueólogo José Manuel González señaló en su momento que Pravia pudo haber sido la antigua ciudad romana denominada Flavionavia, lo que determinaría la gran cantidad de restos romanos hallados en sus proximidades. Desde mediados del siglo I después de Cristo se constatan las primeras villas, núcleos de carácter rural establecidos en el llano, sin el carácter defensivo que tenían los castros.

«Siempre están relacionadas con la explotación agraria y se dividían en dos zonas: una rústica, para los esclavos, y otra señorial. Durante el siglo III la ocupación romana comenzó a decaer en Asturias. Los jefes romanos pudieron permanecer e indigenizarse o, por el contrario, marcharse. En este último supuesto, el espacio probablemente habría sido ocupado por jefes locales para dar continuidad al dominio de la zona. En muchos casos, estas villas fueron el lugar de asentamiento de monasterios o iglesias», añade Fernández Conde.

La villa de Murias de Ponte se enmarca en una zona muy romanizada y no es la única huella romana en la comarca. En Peñaullán se encuentra el castro de Doña Palla, una estructura castreña y alto-medieval ubicada en un montículo sobre el río Nalón. «Cerca de Doña Palla apareció un tesorillo de denarios romanos fechados desde época republicana hasta el siglo III después de Cristo», comenta Conde.

Justo en la otra margen del Nalón, en las inmediaciones de Santianes, se localiza la villa tardorromana de Santa Magdalena de la Llera. «Se encontraron tegula y ladrillos durante unas prospecciones. Se trata de un yacimiento muy interesante ya que pudo ser un lugar de culto cristiano muy antiguo. No obstante, existe un problema, y es que el culto a María Magdalena no se introdujo en España hasta el siglo VI. Es muy significativa su situación, pues hasta el siglo XVIII el río discurría más cerca de Santianes, concretamente por donde ahora pasan las vías de Feve», precisa Fernández Conde. Son tantos los restos romanos encontrados en Santianes que han surgido teorías varias: «Se piensa que la monarquía asturiana pudo establecerse allí porque había sido un centro de poder romano. También se piensa que Santianes pudo ser la capital de los pésicos», añade.

A escasos kilómetros de Santianes, en el pueblo de Los Cabos, se descubrió la estela del personaje togado (lo que indica que fue un personaje relevante) Ario Sesti. Ya en Muros de Nalón, y en el centro del pueblo, se localizaron elementos romanos.

El castillo de San Martín, que se alza sobre la desembocadura de la ría, constituyó un importante punto defensivo frente a las invasiones. Durante la década de los noventa del pasado siglo fue objeto de excavaciones arqueológicas que desvelaron niveles prerromanos y romanos. «Quizás en este lugar existiese un castro prerromano que fue ocupado por los romanos y, posteriormente, por la monarquía asturiana en época de Alfonso III El Magno». Su función de control del tráfico fluvial era vital, pues en aquellos tiempos el «gran río» era navegable hasta la actual Forcinas. Tudela y el castillo de Gauzón, reconstruidos en el reinado del mismo rey Magno, constituyen, con San Martín, hitos decisivos en estas fortificaciones del curso medio y bajo del Nalón. Otros testimonios de la importancia estratégica de la zona son las torres defensivas que presidieron numerosos pueblos de Candamo.