Agencias / E. CAMPO

«Celebrar es algo muy importante, celebrar la vida en todo momento. Yo no celebro sólo los 20 años de "El Alquimista", celebro el hecho de estar vivo, lo celebro todos los días». De esta forma se refiere el escritor brasileño Paulo Coelho al aniversario de su best seller por excelencia, que comenzó a celebrarse ayer en Avilés, con la apertura de una exposición dedicada a «El Alquimista». De ese libro, afirma Coelho: «Gracias a Dios, me abrió todas las puertas». Los miles de lectores en 67 idiomas diferentes demuestran hasta qué punto tiene abiertas las puertas del público.

La Fundación del Centro Niemeyer organiza en Avilés los primeros actos destinados a resaltar el éxito de «El Alquimista», y el propio Coelho estará presente para dirigir la función. Mientras no llega ese encuentro directo con sus lectores, previsto para el jueves y el viernes de esta semana, el escritor aprovecha para reflexionar lo que significa para él el aniversario de «El Alquimista». «Veinte años, para mí, es una vida, cada día es una vida, por eso no miro mucho atrás, porque estoy completamente ubicado en el presente, que es lo que más me interesa».

«El Alquimista» no sólo le abrió las puertas del público. Gracias al éxito que le propició, dice, ahora puede hacer lo que le apetece, y eso incluye viajar, participar en actividades sociales y mantener un ritmo creativo de aproximadamente un libro cada dos años. «Once minutos», «Brida», «El zahír», «Verónica decide morir», «El demonio y la señorita Prym», «Maktub» y «El manual del guerrero de la luz» son algunas de esas novelas que siguen su filosofía vital, la de que «cuando una persona desea algo con todas sus fuerzas, el universo entero conspira para que pueda realizarlo».

A Paulo Coelho le gusta mantener el contacto directo con los lectores, algo que consigue especialmente a través de su blog de internet. «Un escritor escribe para saber que no está solo, para saber que comparte algo de sí mismo», sostiene. Y lo que comparte es la vida, una obsesión que marca su pensamiento. «El día que me muera, quiero estar vivo, porque mucha gente se muere antes, sigue viviendo con miedo, pero ya sin ganas de vivir. Mi filosofía de vida es estar vivo hasta el último momento de mi vida, dure lo que dure». Y remata: «Mi vida se puede acabar ahora, se puede acabar no sé cuándo, pero en el momento en el que se acabe, el último segundo quiero decir: "Bueno, viví hasta este momento"».

En la exposición que ayer se inauguró en el palacio de Valdecarzana, y que se puede visitar durante dos semanas, se recogen algunas reflexiones suyas, como la que sigue: «Hoy, frente a esta página, en la que escribo algunas palabras para celebrar los 20 años de la publicación de "El Alquimista", les doy las gracias a los lectores de todo corazón». Paulo Coelho conquistó a todo el mundo con la búsqueda iniciada por el pastor Santiago, protagonista del volumen que cumple dos décadas. «El pastor, con su sueño, atravesó fronteras, descubrió nuevas lenguas, cruzó océanos. El pastor que era y que todavía soy. En busca de un tesoro y comprendiendo al mismo tiempo que el camino es tan importante como la meta que hay que alcanzar», asegura el autor.

La exposición está distribuida entre la planta baja y el primer piso del Valdecarzana, con una imagen de Coelho empuñando arco y flecha como reclamo más visible. En la planta baja puede seguirse toda la evolución editorial de «El Alquimista», desde las primeras cuartillas, corregidas y tachadas con bolígrafo rojo, hasta la última edición, la que Planeta acaba de publicar para conmemorar los 20 años del trabajo. Pero, además, las vitrinas atesoran objetos muy diversos, como el juego de «El Alquimista» (en lengua portuguesa) o los récords conseguidos por Coelho. También hay un mosaico de fotos de Tony Miret en las que se ven múltiples portadas del best seller sostenidas por personas de todas las edades y condiciones. La muestra se completa, en la planta superior, con fotografías de Coelho y paneles explicativos. Y, por último, una alabanza que Coelho realizó de su compatriota Oscar Niemeyer. Brasil se hace fuerte en Avilés.