Estar en presencia de Omar Sharif es como estar en presencia de alguien familiar. Sus ojos color tizón han sobrepasado la pantalla en tantas ocasiones que el actor egipcio, -multiétnico en realidad a tenor de su esencia-, es ya uno de los nuestros. Sharif siempre se ha quedado a un paso de ser un mito. En el momento de elegir la película que lo consagrase, nunca supo escoger. Él mismo lo reconoce. Quizá por eso, por quedarse tan sólo en el papel de estrella del celuloide, se comporte de manera cálida, aunque con ramalazos de carácter, típico de los aries como él. No elude las preguntas. Es más: reprende a los miembros de su gabinete de prensa cuando apresuran a los periodistas para zanjar la entrevista. «¡Déjame en paz! ¿Por qué me molestas? Estoy a gusto», le llegó a espetar a uno de sus asesores, antes de regalarle a la prensa diez minutos extra durante el encuentro que mantuvo ayer con los periodistas en el Palacio de Ferrera.

A Omar Sharif, de 77 años, le gusta hablar. Lo hace en ese castellano depurado y cristalino, con poca mácula, típicos de los no castellanoparlantes. Con acento italiano, eso sí. El actor vuelve a España después de once años. Primero, Granada, para asistir a la inauguración del Festival Cines del Sur. Ayer en Avilés, para estrenar en España su último trabajo: «¡Disparadme!», del italiano Lamberto Lambertini, película inspirada en la época napoleónica. Una disculpa para mantener una charla en la que no desdeñó ninguna cuestión.

l El Sur también existe

«Adoro el Sur y su gente, porque yo soy del Sur. Mi última película se desarrolla en Nápoles. Los napolitanos se parecen a nosotros, los egipcios. Somos un poco ladrones y no nos gusta trabajar mucho. Por eso me hice actor. Sólo tengo que aprender dos frases, soltarlas y ya está», ironiza Sharif. «Ya sé que estoy en el Norte, pero no me gusta. La gente es muy disciplinada. Me gusta la fantasía del Sur».

l Zhivago a examen

No es que reniegue de uno de sus personajes más célebres, pero a Sharif, por mucho que vea «Doctor Zhivago», no le acaba de convencer su interpretación. «David Lean (director del filme) me pidió algo muy difícil: no actuar. Según él porque no sabía cómo describir a un poeta. Así que todo el rodaje me lo pasé mirando a cámara, sólo en el plano. Veía que el resto de actores hacían cosas muy interesantes pero a mí me ponían la cámara delante y sólo me pedían que mirase. Una noche me dio una crisis de pánico y me puse a llorar. Le dije al director que se había equivocado, pero él contestó que, al final, la gente se fijaría en mi papel. Me dieron el "Globo de oro" y aún no sé por qué».

l Peter O'Toole y una camella

«Lawrence de Arabia» es una de las cumbres de la historia de la cinematografía. Se podrían escribir libros sobre las anécdotas acaecidas durante el rodaje de la obra maestra de David Lean. Un dato: el filme es el único en la historia sin personajes femeninos, todo un golpe bajo para el «donjuanismo» de Sharif. «La única hembra que salía en la película era mi camella. Todos los demás actores me envidiaban, porque a ellos les habían dado un camello. El rodaje duró dos años. Me los pasé en una tienda en el desierto de Almería tomando whisky con Peter O'Toole. No había otra cosa que hacer por las noches».

l La suerte de un niño gordo

A los 11 años, Omar Sharif se comió todo el chocolate disponible en Alejandría, su ciudad natal. Tanto, que se puso como un boliche para horror de su madre. «Casi se muere la pobre, porque ella, cuando nací, pensaba que iba a ser el hombre más guapo, más famoso y más listo del mundo. Para ella, que engordara tanto era el fin del mundo, así que pensó, "¿Cuál es el país del mundo donde peor se come? Inglaterra", y me mandó interno a un colegio inglés. La comida efectivamente era muy mala y como los ingleses practican tantos deportes, acabé adelgazando», relató Sharif en Avilés. Casualidades, o no, aquella decisión de su madre de ponerlo a dieta a las bravas fue decisiva para su carrera. «Además de adelgazar, aprendí inglés. Una suerte, porque en todo Egipto no había ni un actor que hablara inglés. Sólo yo. Por eso me eligieron para "Lawrence de Arabia", mi primera película en Hollywood».

l Un tío con suerte

Omar Sharif se reconoció en Avilés como un hombre afortunado. «No he sufrido en mi vida, aunque sea horrible decirlo. Cada vez que estaba al borde de la ruina, Dios me mandaba dinero en forma de una película. Quiero pensar que lo hacía porque yo, a mi vez, se lo había dado anteriormente a la gente que lo necesitaba. Yo nunca he tenido dinero en el banco. Lo digo en serio».

l «Obama es casi Dios»

Sharif se declara abiertamente un hombre de izquierdas. «No me interesa la política de un modo activo, pero soy de izquierdas. Ser de izquierdas significa tener corazón para los hombres», señala el actor. Sharif también se ha dejado subyugar por Obama. «Para mí, Obama es casi como Dios en la Tierra, por la forma en que habla», afirma. Con el presidente del Gobierno español es menos generoso. «Zapatero me gustaba pero ahora, a ver qué pasa».

l Asturias

Sharif ha aprovechado poco su vista a Avilés. Más bien nada. «De Asturias sólo conozco la cama de mi hotel. Una cama formidable, en la que durmió el Príncipe de Asturias. Pues eso, he dormido como un príncipe: once horas, que hacía tiempo que no dormía once horas».

l Bridge, sí; mus, no

El actor egipcio es un fanático del bridge. Ha llegado a perder millones en una noche en los casinos de medio mundo. Sin embargo, ni siquiera ha oído hablar del mus. «Me gusta el bridge porque es un juego muy intelectual y yo, en la escuela, era muy bueno en matemáticas. He perdido muchísimo dinero en los casinos, pero lo he dejado. Ahora tengo tres nietos y en mi tiempo libre me gusta estar con ellos. Son más interesantes que el bridge».

l Fracasos

Sharif se ríe de sí mismo sin pudor. «He hecho películas muy malas y en otras el que está muy mal soy yo», espeta. Fracasos, reconoce un puñado. «Recuerdo una película de Sidney Lumet con Anouk Aimee (no menciona el título pero se refiere a "Una cita", de 1969). La presentamos en Cannes y la gente nos abucheaba. De hecho, cuando encendieron las luces, estaba solo en la sala. Todo el mundo se había ido, incluidos el director y Anouk Aimee. Pues a mí es una de las que más me gustan de mi carrera. Es un filme que, hoy día, gustaría a toda clase de públicos porque trata sobre un tema universal y muy de moda: los celos».

l Experiencias en España

Omar Sharif no se ha prodigado en el cine español. De hecho, no ha hecho ninguna película de nacionalidad española, aunque sí ha rodado en nuestro país. Un proyecto internacional con Juan Antonio Bardem como director, con capital francés y filmado en Lanzarote. «Esa isla canaria en la que no hay gente, sólo volcanes», como la define el actor egipcio. La producción en cuestión era «20.000 leguas de viaje submarino», basada en la novela homónima de Julio Verne. «Yo hacía de capitán Nemo y por allí había un chaval que era hijo de Juan Antonio Bardem. Siempre pensé que era Javier Bardem, hasta que descubrí que no, que en realidad era un primo suyo».

«En "Doctor Zhivago", David Lean me pidió que no actuase; me pasé el rodaje solo y mirando a cámara»

«En "Lawrence de Arabia" no había personajes femeninos; la única hembra en el plató era mi camella»

«No me interesa la política activa, pero mi corazón es para los hombres; eso creo que es ser de izquierdas»