Myriam MANCISIDOR

La vida del castrillonense José I. se truncó un 16 de mayo de 2006. Un conductor le atropelló cuando cruzaba un paso de peatones. Las heridas fueron tan graves que José I. perdió su movilidad. Tenía 49 años, una empresa de reparación de barcos que regentaba junto a su mujer, María del Carmen Holguín, y muchas ilusiones. Ahora es un gran dependiente que sobrevive gracias a los cuidados de una familia que apenas reconoce. Su reloj cerebral se paró en aquel paso de cebra de Raíces hace tres años: difícilmente habla, come cuando le ceban, bebe si se lo dan y se levanta de la cama para postrarse en una silla de ruedas siempre apoyado en el hombro de su mujer. Holguín ha dejado de trabajar y se desvive por cuidar a su marido. Pero está cansada.

Las ayudas externas que recibe el matrimonio son mínimas. Por eso critica a la Administración regional y se pregunta quién recibe las ayudas de la Ley de Dependencia. «Siento impotencia: una vida trabajando, pagando la seguridad social y, ahora, nada», sentencia Holguín. Y argumenta sus palabras. José I. vivió siete meses en hospitales tras sufrir el trágico accidente. Primero permaneció en el Hospital Central; luego, en el San Agustín. «Entonces ya tuve que pagar la ambulancia para el trasladarlo de Oviedo a Avilés. Fueron 109 euros», matiza. Ya en el hospital avilesino los médicos le dieron pocas posibilidades. La familia Holguín buscó entonces un centro especializado en Gijón, privado. Entre tanto entró en funcionamiento la Ley de Dependencia y el 4 de mayo de 2007 solicitaron la ayuda. Meses después calificaron a su marido como gran dependiente (grado tres, nivel dos) y en noviembre del pasado año la consejería de Bienestar Social resolvió su caso: una ayuda de 54 euros mensuales o tres horas diarias de ayuda a domicilio. «Argumentaron los 54 euros diciendo que mi marido tenía una pensión de invalidez de 1.184 euros. Yo dejé de trabajar, aún pagamos una hipoteca... ¿Qué ayuda son 54 euros al mes, quién vive con este dinero?», explica Holguín. Añade: «Rechazamos la ayuda y, por este motivo, nos correspondían tres horas de ayuda a domicilio. Estamos en agosto de 2009 y sólo tenemos una hora de ayuda doméstica. Todo esto es vergonzoso».

María del Carmen Holguín se ha olvidado de qué significa enfermar, pasar una mala noche o disfrutar de una cena. «Soy cuidadora las veinticuatro horas», asegura. Su marido cumplirá pronto 53 años. «Alguien parece que se ríe de nosotros. Nos denegaron, incluso, la subvención por la compra de un coche al requerir ciertos cambios para adaptarlo a un minusválido. No aguantamos más», concluye. Y suspira: «Mi marido no se está enterando de nada, mi hijo y yo luchamos solos».