El «Réquiem» de Mozart se ha convertido en una de las obras predilectas del público avilesino. Así lo demostró en su acogida en la iglesia de San Nicolás de Bari que, una vez más, recibía la última partitura, inacabada, del maestro de Salzburgo. Se trata de una obra intensa y efectiva, como así sonó en la velada del viernes, con momentos musicales de lucidez y también arriesgados, pero accesible en la trama de voces e instrumentos. El «Réquiem» de Mozart es una de las obras favoritas en Avilés, pero también de las más recurridas. Montar nuevo repertorio y abrir la programación es, más que interesante musicalmente, necesario.

Esta vez, los de «Sabugo Filarmonía» presentaron el Réquiem en la versión más habitual, la de Süssmayr, que tuvo sus respuestas en ediciones críticas posteriores. El «Réquiem» ha suscitado mucha tinta en cuanto a la mayor o menor influencia del lenguaje de Mozart en el trabajo final de Süssmayr. Es cierto que cojea en aspectos de invención y dirección musical en algunas partes, pero pienso que no se le ha de quitar valor. Por un lado, hay que tener en cuenta las condiciones del trabajo de Süssmayr, las presiones y su experiencia compositiva. Por otro lado, el «Réquiem» no deja de ser testimonio de un momento cumbre de la historia de la música. Ahí está el valor de la Musicología, arrojar luz sobre el hecho musical.

La Orquesta y el Coro de «Sabugo Filarmonía», dirigidos por Rubén Díez, ofrecieron una interpretación depurada en el encuentro de voces e instrumentos, cuidadosa en las dinámicas y los «tempi», expresiva y brillante. En cuanto a las voces solistas, destacó la soprano María Fidalgo, mientras que el bajo Axier Sánchez tampoco se quedó atrás.

De este modo, la orquesta empezó dubitativa en el «Introito», pero recuperó, con buen gusto en la articulación, para llegar con el coro al «Kyrie», uno de los momentos estelares de la obra con su popular fuga. La orquesta, y en este caso el viento metal -la cuerda merece otra mención especial en el transcurso de la interpretación-, destacó aquí en el doblaje de las voces que caracteriza a este tipo de obras religiosas. Porque, eso sí, en el «Réquiem» de Mozart se encuentran tradición y modernidad.

Tras el «Dies Irae», con buen empuje, llegó el «Tuba Mirum», con buen solo de trombón pero un tenor demasiado forzado. En cuanto al resto de voces solistas, la mezzo Julia Arellano, lamentablemente -de bello timbre y delicadas formas-, pasó desapercibida oculta en el entramado musical. Todo esto influyó en el empaste del cuarteto solista. Otros momentos especialmente destacables de la jornada fueron el «Confutatis», la estremecedora «Lacrimosa dies illa» o el «Domine Jesu», muy bien trabajado.