Avilés se encuentra inmerso en singladura donde entre todos los partidos políticos, colectivos sociales, sindicatos, tenemos que ponerle proa al futuro, sin renegar del pasado, un pasado eminentemente industrial que ahora está sumido en un mar de escollos (EREs, despidos pactados, cierres patronales), todo ello en gran medida generado por la voracidad de las entidades financieras, descapitalizando o dejando a la deriva a los sectores productivos, para invertir temerariamente en sectores poco estables, como se dice coloquialmente, el del ladrillo, con tintes únicamente especulativos.

Hecha esta reflexión, Avilés necesita echar las redes en otros caladeros potenciales de empleo, entre ellos el sector servicios, íntimamente relacionado con el industrial, y el sector cultural. Este último debe ponerse en valor siguiendo el ejemplo de otras ciudades de sobra conocidas, como Valencia, con su Ciudad de las Ciencias, o Bilbao, con el Guggenheim.

En Avilés vamos a disponer de un equipamiento de categoría mundial, admirado por todos. ¡Ya era hora!, porque sus avatares sufrió -terrenos contaminados, ocurrencia de Areces, huevo frito-. Ahora la consumación del mismo y su próxima inauguración acabará con el escepticismo, casi siempre interesado, de todos los santotomases de turno.

Toda esta perorata tiene una justificación, porque ahora parece que se olvida que el origen y el final feliz fue la reivindicación de un Centro de Arte Contemporáneo en Avilés, que hubo que luchar contra la incomprensión de todos los grupos políticos a excepción de IU, que compartió todas las manifestaciones y la lucha. Dicho esto, porque es de justicia, me alegro de que a día de hoy todo el mundo esté ilusionado con el proyecto de este maravilloso equipamiento, cuyo diseño es un valor en sí mismo, pero hay que conseguir dotarlo de actividades protagonizadas por personas destacadas y, a ser posible, no sólo de nivel nacional, para que no sólo sea un faro que irradia cultura, sino que dinamice la economía local en base al número de visitantes que atraiga por lo atractivo del equipamiento y sus actividades.Y una vez llegados a este punto, es imprescindible adecuar el entorno. ¿Cómo? Eliminando las dos barreras que provocan el divorcio del mar y la ciudad, la ferroviaria y la vía de Conde de Guadalhorce.

Por eso, y acabo, aplaudo y exijo que lo que parece voluntad decidida de solucionarlo, por parte de Fomento de acuerdo con el Principado, sea una realidad en el más breve espacio de tiempo posible. Remando todos en la misma dirección lo conseguiremos.