E. CAMPO

«Tras de ti» es una caja de aspecto rústico que contiene arte en palabras, en trazos y en melodía. Se trata de un «libro objeto» donde las letras, la poesía, las pone Jaime Luis Martín, que además de poeta es crítico de arte, colaborador de este diario y director de la casa de Cultura de Castrillón; las imágenes, los dibujos que surgen de esas palabras, son del artista Jaime Rodríguez; y por último, la banda sonora, el «paisaje sonoro», es de Begoña Muñoz. La edición de esta pieza es de Fermín Santos y Gabino Busto Hevia firma el texto introductorio recogido en el interior de la solapa.

Sólo 30 ejemplares de «Tras de ti» han visto la luz; las imágenes y textos están impresos con tintas sobre papel de 250 gramos. El día 12 de noviembre los tres autores presentarán este trabajo en la Laboral, y repetirán después el 25 de noviembre en el Club de Prensa de LA NUEVA ESPAÑA de Oviedo.

La clave de toda la composición, la espina dorsal en torno a la que se articula el libro, es el poema que escribió Martín: «Se trata de un poema fraccionado en doce partes que refiere un momento de amor intenso y asimétrico, con notas de San Juan de la Cruz y trazos de Georges Bataille», cuenta. Los versos, de fuerza elocuente, hablan de «una pasión expresada con un lenguaje experimental que tiende al silencio, a desaparecer disolviéndose en el otro».

Es la primera vez que Begoña Muñoz realizaba una trabajo a partir de un poema, aunque su trayectoria de paisajes sonoros es amplia. Lo suyo es la electroacústica, que en «Tras de ti» acompaña de una voz que interpreta el poema. «Yo soy un poco turista -explica Muñiz-, cuando compongo es igual que cuando llego a una ciudad por primera vez y percibo edificios, sonidos? Lo hago con esa misma curiosidad, partiendo de sensaciones propias». Así que comenzar a trabajar con el poema fue como encontrarse en un lugar desconocido que le fue sugiriendo percepciones que luego tomó de guía para la composición.

Los tres autores de esta composición son muy diferentes, según ellos mismos aseguran. «Trabajamos de manera independiente, aunque luego haya afinidades», cuenta Muñoz. Para Jaime Rodríguez, el punto común fue el poema; de hecho él fue quien eligió a Jaime Luis Martín para que escribiera el texto. «Hay poemas que no te dicen nada, pero éste parece que me lo hizo a medida, no tuve ningún problema para integrar texto e imágenes», añade. El poeta utilizó unos versos que comenzó a componer hace ya una década, pero que no alcanzaron hasta ahora su forma definitiva. Sobre esas palabras dibujó Jaime Rodríguez. La siguiente pieza fue añadir la sonoridad de Begoña Muñoz. Y la última, el texto de Gabino Busto Hevia.

«Nos reunimos cuatro perseguidos, marginales, para hablar de un tema en común: el disolverse», resume Martín. En el trabajo, dice Muñoz, hay mucho silencio. Y es desde el silencio desde donde ella empezó a componer.

Una de las características del libro es que todas las partes se pueden intercambiar y reinterpretar, ya que los pliegos de papel no están cosidos entre sí, y también el texto se presta a esta ambigüedad que huye de la dirección única. «Una obra de arte nunca está del todo terminada», concreta Rodríguez. Melancolía, reiteración y juego de ritmos son otros de los rasgos que los autores destacan de este libro objeto. Los tres creadores ya están preparando otra pieza conjunta, con una instalación de Rodríguez como punto de partida.