Juan C. GALÁN

Rubén Domínguez acaba de darle una alegría, otra más. a sus padres. El primer trimestre del curso lo ha saldado con siete sobresalientes y dos notables, pero él no le otorga a su logro ni un ápice de importancia, quizá por la costumbre. Sus padres, José Javier Domínguez y Nieves Rodríguez, tampoco es que tiren cohetes, aunque no pueden ocultar un rictus de orgullo. Ya se han hecho a la idea de que su hijo no es como el resto de los chicos de su edad. Y es que Rubén Domínguez, que sólo tiene 13 años, ya es todo un experto en arte. Tanto que sus trabajos y descubrimientos le han otorgado la oportunidad de ofrecer conferencias: el año pasado debutó con una charla en el colegio Llaranes. Mañana repetirá, a las 19.00 horas, en el salón de actos del Club Popular de Llaranes. El tema de la charla: el patrimonio artístico en la ermita de San Lorenzo de Cortina.

Rubén Domínguez ha convertido su casa, en la calle Río Nalón del barrio avilesino, en un santuario consagrado a la Historia del Arte. En las estanterías de su habitación ya no caben más libros, así que ha decidido comenzar a «invadir» la de sus padres. Una consola vegeta en un rincón, a la espera de que alguien la conecte. No hay tutía. «Se la regalamos por Reyes hace unos años, pero no le hizo ni caso», comenta su madre. «Sólo la usa para almacenar fotos de iglesias», apostilla su padre. A Rubén lo que le gusta de verdad es la Historia del Arte. En breves comenzará a elaborar la lista de preferencias para los regalos navideños. Libros, como es habitual. «No lo tengo muy claro, pero me gustaría que uno fuera "Paralelo 38" de Juan Carlos de la Madrid, sobre la historia de Avilés en el siglo XX», avanza Domínguez.

Leer e investigar ocupan el tiempo que no pasa en el instituto Menéndez Pidal, donde cursa estudios de Segundo de la ESO. Incluso mientras está en el centro no puede desconectarse de su pasión. En los recreos acude raudo a la biblioteca para ampliar conocimientos. Su publicación favorita: el «National Geographic».

A Rubén Domínguez, su pasión por el Arte parece haberle llegado por ciencia infusa. Los genes han influido poco. «Siempre me ha gustado el Arte pero, vamos, hasta los extremos de Rubén, nunca», señala su madre, Nieves Rodríguez. Sin embargo, de pronto, al chaval le hizo tilín todo lo relacionado con el arte desde su tierna infancia. Rubén Domínguez no duda ni una milésima de segundo en señalar el año 2004 (cuando sólo tenía ocho), como el punto de inicio de su embelesamiento. «Hicimos un viaje por España y veíamos palacios y construcciones, y yo me pregunté: ¿Cómo es posible que alguien haya hecho todo esto? Así que comencé a investigar», rememora el joven de Llaranes.

Rubén Domínguez comenzó por lo más cercano: su barrio. Con sólo ocho años comenzó a frecuentar la biblioteca y el Club Popular de Cultura, que preside José Ángel del Río, para recabar información sobre dos construcciones cuya historia le martilleaba la cabeza: la iglesia de Llaranes y la capilla de San Lorenzo de Cortina. Con la ayuda de historiadores y estudiosos tomó contacto con el patrimonio artísticos de la zona, hasta que dio el pelotazo: el pasado agosto, durante la procesión de San Lorenzo, descubrió la autoría de las imágenes que los fieles pasean por las calles de Llaranes. «Vi que tenían un sello en la parte inferior que ponía "Arte cristiano Olot"». Su descubrimiento, acompañado de Jose Carlos Valdés Álvarez y José Ángel del Río, le animó a enfrascarse en un proyecto que espera ver algún día publicado: un trabajo sobre el patrimonio artístico de la capilla de San Lorenzo.

Rubén Domínguez espera que el Ayuntamiento reanude las excavaciones en la capilla. «Aún quedan por descubrir esqueletos de la gente a la que enterraban en la iglesia», vaticina. Sus padres no pueden evitar cierta sorpresa al escuchar a su hijo hablar con fluidez de un tema poco afín para los adolescentes.

«Estamos aprendiendo mucho de él. No podemos aportarle muchos conocimientos, pero sí facilitarle todo lo que necesita para seguir progresando», señala su padre, José Javier Domínguez. De momento, Rubén Domínguez sueña con ser profesor de Sociales y confía en viajar pronto a la localidad italiana de Rávena. «Hombre, pronto, pronto...», apostilla su madre.