Myriam MANCISIDOR

«Nací transexual y moriré transexual, pero ahora soy feliz», manifestó ayer Mané Fernández, un ovetense que nació mujer y que tras cumplir un largo proceso hormonal (parte del mismo en la unidad de tratamiento a transexuales de Avilés) acaba de someterse a una complicada operación de reasignación de sexo en el Hospital Carlos Haya de Málaga por la Seguridad Social. Su historia es la de un hombre que decidió mirar al frente sin temor. El pasado 17 de diciembre entró al quirófano con un sueño: cambiar sus genitales femeninos por los órganos reproductivos masculinos. Y lo logró tras dos años en lista de espera. Ahora se recupera en su domicilio de una cirugía no exenta de riesgos. Todo porque nació en un cuerpo con el sexo equivocado.

Fernández habla sin tapujos de la cirugía de reasignación de sexo, de hombre a mujer y de mujer a hombre, pero prefiere no desvelar en qué consistió exactamente la suya. «Cualquier dato sólo aportaría morbo», confiesa. Y Fernández no está para bromas. Lleva demasiados años luchando porque se reconozcan los derechos de los transexuales al frente de Xente Gai Astur. La cirugía de cambio de sexo de mujer a hombre similar a la que supuestamente se sometió Mané Fernández puede prolongarse hasta 17 horas de acuerdo a las intervenciones que decida realizar el paciente y el equipo médico, formado por especialistas de distintas ramas médicas. El cambio de mujer a hombre comienza, no obstante, con la administración de andrógenos para afianzar los rasgos varoniles. Los cambios tras el consumo de estas hormonas son, entre otros, la aparición de vello en la cara y en el cuerpo, la aparición de acné, aumento de la masa muscular, reducción de la fertilidad (desaparecen los ciclos menstruales), aumento de la actividad sexual (el clítoris crece varios centímetros), disminución de las mamas o voz más grave. Esta terapia tiene algunos afectos adversos como, por ejemplo, el aumento del riesgo cardiovascular.

La mayoría de los transexuales masculinos se someten también a una mastectomía subcutánea bilateral. Esto es la extirpación de las dos mamas dejando los pezones y las areolas (zona pigmentada). La intervención para conseguir genitales masculinos es difícil y, según algunos profesionales, los resultados son discretos. Las operaciones comienzan por la extirpación de los ovarios, las trompas, el útero y parte de la vagina. Una vez hecho esto, la genitoplastia masculinizante (como se denomina técnicamente a la operación de reasignación de mujer a hombre) incluye desde el alargamiento de la uretra hasta la reconstrucción del pene utilizando tejido del abdomen, ingle, antebrazo o musco y la reconstrucción del escroto con piel de los labios mayores. Generalmente, los transexuales masculinos optan por la creación de un micropene que si bien es sensible a los estímulos no les permite la penetración.

La cirugía de hombre a mujer se presenta más sencilla. Tiene una duración que ronda las seis horas e incluye la implantación de prótesis mamarias, la retirada del pene, la creación de la vagina, el clítoris, el orificio uretral (para la salida de la orina), la vulva y los labios menores. Y todo, al igual en el caso de los transexuales masculinos como Mané Fernández, para cumplir un sueño que, según los expertos, no se trata de una cuestión de orientación sexual sino de identidad.