E. CAMPO

La Escuela de Cerámica vive su última Navidad alojada en el edificio donde comenzó su andadura, hace ya más de un cuarto de siglo. En primavera, en una fecha aún sin definir, alumnos y profesores dejarán las instalaciones de la plaza de Camposagrado para estrenar unas nuevas en El Carbayedo, en la antigua fábrica de camisas destinada a convertirse en Factoría Cultural. La directora del centro, Anabel Barrio, reconoce que le daba pena abandonar un edificio lleno de tantos años e historias, pero que cuando visitó la sede que les espera dio por bueno el traslado. «Son unas instalaciones impresionantes», asegura.

Los responsables de la Escuela de Cerámica tuvieron la oportunidad de pedir todas las adaptaciones adecuadas al proyecto, partiendo de la experiencia que ya tienen sobre las necesidades para la docencia. «El arquitecto municipal Aitor López Galilea fue quien hizo el diseño inicial, y nos visitó para conocer la escuela y nuestras necesidades para cada espacio», aclara la directora. Es, como ella misma dice, la oportunidad de tener una segunda casa hecha a medida, después de 27 años en otro edificio con muchas deficiencias para la enseñanza del barro.

La nueva sede «tiene una iluminación extraordinaria por la cara norte y espacios muy grandes, almacenes organizados para cada clase, vestuarios, taquillas y salas de hornos», explica Barrio. Se aprovechará el mismo horno que funciona actualmente, pero también hay espacio suficiente para poner en funcionamiento los hornos de gas. Y el edificio ofrece la posibilidad de hacer cocciones de rakú en el exterior de forma más habitual que en la vieja sede, donde sólo se realizaba una vez al año, coincidiendo con la fiesta de fin de curso.

Empezando por el piso inferior, según la descripción de la directora, la Escuela de Cerámica cuenta con una sala de artista que da a un «patio inglés», un hueco por el que entra un chorro de luz pese a ser un sótano. «Esta sala dará juego para muchas cosas, actualmente estamos comprimidos y allí podremos realizar cursos específicos durante la semana que no interfieran en las clases habituales; también nos permitirá realizar proyectos concretos y dejar allí las piezas sin tener que recogerlo todo todos los días», resalta Anabel Barrio.

En la planta baja están las oficinas, la sala de estudios, la sala de audiovisuales? Es decir, se trata de una planta «limpia» donde también habrá un espacio para ordenadores. Y en la siguiente es donde estarán las aulas para las clases habituales de la Escuela de Cerámica. «Es una ventaja respecto a esta escuela, donde todo está en el mismo espacio», asegura la directora. Así, habrá un aula de decoración, otra de torno (donde también se podrá trabajar con escayola) y otra de técnicas de mesa. Cada una contará con un almacén independiente para poner todos los productos necesarios. También habrá un espacio para la pistola de esmaltado, que hace mucho ruido y en el edificio antiguo interfiere mucho en el desarrollo de las clases. Lo mismo ocurrirá con la «galletera» de reciclado, una máquina donde se coloca el material sobrante para volver a usarlo.

Eso sí, reconoce Barrio que la mudanza «va a ser una locura». La idea es poder hacer todo el traslado en una semana, en una fecha aún sin fijar. El cambio permitirá a la escuela crecer en contenido, con más cursos específicos. También tendría más capacidad, y los 130 alumnos actuales podrían incrementarse. «Ellos están muy ilusionados con el cambio y se ofrecen incluso a ayudar en la mudanza», asegura la directora. Las abarrotadas estanterías de la Escuela de Cerámica, llenas de materiales y piezas realizadas por alumnos y profesores, esperan pacientes el traslado. El objetivo de los responsables municipales es realizar el cambio en cuanto concluya la obra del nuevo edificio y se equipe con los materiales necesarios. La Escuela de Cerámica se está construyendo con cargo al plan estatal de inversiones locales («plan E»). El edificio que queda libre pasará a integrarse en el museo de Avilés.