Myriam MANCISIDOR

«El edificio de Naciones Unidas donde trabajé cuando estuve en Haití ya no existe: es todo escombros», asegura con pesar Rodrigo Prieto, inspector de la Policía Nacional en Avilés que pasó doce meses en el país caribeño ahora devastado por un terremoto de 7 grados en la escala de Richter que se cebó el pasado 12 de enero con la capital, Puerto Príncipe. Las víctimas mortales ya suman 100.000 y los bruscos movimientos de la tierra se suceden. «Pero las imágenes que nos llegan son sólo una parte de lo que realmente se está viviendo allí», sentencia este policía, que dejó en Haití amigos y compañeros con los que ha estado en contacto en los últimos días.

Prieto está preocupado. Y tiene razones de peso: Haití es el país más pobre de toda América; las familias subsisten con 15 euros al mes, no hay red de saneamiento ni tampoco servicio de recogida de basuras. Ése es el caldo de cultivo de la delincuencia y, como consecuencia, de la inseguridad. Ahora, además, el suelo tiembla. «Me dicen que allí dormir es una obligación porque nadie es capaz de conciliar el sueño. En uno de los edificios que utilizábamos están atendiendo a nueve mil haitianos y, por lo que me cuentan, el ruido existente en la calle y el continuo paso de los aviones es ensordecedor», manifiesta. Y confiesa: «Si me llamaran para regresar a Haití, volvería, sin lugar a dudas. Si antes nos necesitaban, ahora mucho más». Rodrigo Prieto viajó en septiembre de 2007 a Haití para participar en una misión de la ONU, la «Minustah», que tiene como objeto la estabilización de uno de los países más pobres del mundo. El inspector de la Policía Nacional residió en una urbanización con vigilantes jurados y trabajó en un edificio hoy reducido a escombros.

Cuando se reincorporó a la Comisaría de Avilés, Prieto explicó que en Haití una de las grandes lacras son los secuestros «exprés», además del tráfico de armas y drogas por parte de bandas organizadas. Su estancia en el país caribeño coincidió, además, con unas revueltas de la población motivadas por el alza del precio del arroz. De aquellos días Prieto conserva más de 8.000 fotografías y la medalla de la ONU. También un recuerdo amable de una población que, pese a vivir en la pobreza extrema, «siempre va muy digna y limpia». Ahora, Prieto sabe de Haití por los medios de comunicación y cuando puede intenta ponerse en contacto con la gente que dejó en este país caribeño. Cuando sucedió el seísmo, cuarenta miembros de la Policía y la Guardia Civil permanecían en Haití, en una misión de Naciones Unidas. Rosa Crespo, subinspectora, falleció.

La catástrofe que asuela Haití ha desatado las voces solidarias. Unos, como Rodrigo Prieto, están dispuestos a regresar a este país con el fin de ayudar a los más necesitados; otros han iniciado campañas para recoger fondos económicos o materiales que posteriormente enviarán al país caribeño. Es el caso de la asociación «El Marapico», de Villalegre, que desde hace días recoge alimentos para los haitianos. Los interesados en aportar su grano de arena pueden hacerlo en horario de mañana en el centro cultural del barrio y, por la tarde, en el local de la asociación. Y es que Haití depende ahora de la solidaridad.