Seguro que muchos hogares han visto como aumentaba el número de miembros de la familia que lo habita durante estas fiestas; y no me estoy refiriendo a los tíos, primos, abuelos y demás familia que vienen de pueblos o ciudades más o menos lejanos para compartir con nosotros esas fiestas tan... entrañables. No. Me refiero a ese impulso, tan poco meditado la mayoría de las veces, que hace que algunos padres quieran ir de enrollados regalando a sus hijos un adorable cachorrito el día de Reyes. Y, en realidad, sería un gesto maravilloso si esos mismos padres se dieran cuenta de que quienes se cargan con una muy importante responsabilidad más son ellos.

Esta comprobado que una mascota juega un papel importante en el desarrollo y la educación del niño, pues si hacemos que se ocupe de las tareas que cuidar un animal conlleva y que son adecuadas para su edad, el chaval aprenderá lo que son las responsabilidades y como hacerse cargo de ellas; por otra parte, y dado que hoy en la mayoría de las familias sólo hay un hijo, la idea del cachorro es buena a la hora de que el muchacho aprenda a compartir y sea capaz de desarrollar correctamente ciertas facetas de las que, ya de adulto, dependerá en gran medida su sociabilidad.

Todo eso es cierto porque una mascota es como un niño, sólo que hablamos de un niño que nunca crece. Y ahí, precisamente, es donde estas el quid de la cuestión. Porque de un niño siempre somos responsables los adultos, tanto de sus necesidades como de su comportamiento hacia los demás, y por el simple hecho de que este perrillo, tan dependiente de nosotros, no sea capaz de hablar, no debemos pasar por alto que puede sufrir y ser feliz igual que podemos serlo nosotros.

La teoría de la evolución nos puede ayudar a comprenderlo mejor. Veamos: cuando un animal, sea el que sea, se ve atrapado en un medio que le resulta hostil, pero del que no puede escapar, evoluciona hasta adaptarse a ese medio lo suficiente como para que la vida en él le resulte confortable. Este punto me hizo verlo un veterinario al que yo le discutía la necesidad de cortarles el pelo a los perros en verano; aducía yo, en mi afán por preservar lo mas posible las decisiones de la Naturaleza, que si fuese necesario para su confort, el pelo se les caería solo y no les crecería hasta la aparición de los primeros fríos. Es verdad que estos animales tienen dos mudas de pelo que coinciden con las estaciones de temperaturas más extremas, pero no es suficiente; este hombre, que por cierto amaba a los animales, me comentó que no podemos pretender que la Naturaleza se haga cargo de nuestras manipulaciones en tan corto espacio de tiempo. Y es cierto. Por un lado el hombre lleva tanto tiempo obligando a estos animales a permanecer a su lado, que han perdido la facultad de defenderse y buscarse los medios necesarios para vivir por ellos mismos, aunque aún no ha transcurrido el suficiente como para observar en ellos una adaptación total al medio.

Todo esto viene al caso de lo que quiero decir a continuación, porque si observáis a ese cachorro y las reacciones que tiene, os daréis cuenta de que se siente tan humano como lo son los que le rodean, imitará los comportamientos de los miembros de lo que el considera su «manada», respetará y obedecerá al que considere jefe de ella y se sentirá tan protegido en su compañía como desamparado y triste cuando esté solo. Si no lo creéis, mirad sus ojos cuando os observe, cuando haga algo que sabe que está mal, y que conlleva algún castigo o cuando lleguéis de la calle después de llevar horas fuera de casa; es cierto que no es capaz de manifestar sus sentimientos con palabras, es cierto que nunca curvará su hocico con una sonrisa, pero palpad su corazón: latirá desaforado tanto por el miedo al castigo como por la alegría de volver a veros. ¡No es humano, pero está vivo! No es humano pero siente dolor, miedo o felicidad. No es humano pero, o quizá por eso, su lealtad no tiene limites; porque no sólo es impensable que os vaya a hacer daño con intención sino que, por el contrario, daría su vida para proteger la vuestra. Mirad sus ojos porque todo lo que he dicho está escrito en ellos.

Y ahora yo pregunto un par de cosas: ¿os imagináis lo que supondría para vosotros si mañana, al despertar, en vez de en la confortabilidad de vuestra cama os encontraseis en el fondo de una fría caverna con una única y maloliente piel tapando vuestra desnudez? Menos mal que eso es imposible, ¿eh?? Y la segunda pregunta: ¿habéis pensado lo que haréis con vuestro cachorro cuando lleguen las primeras vacaciones? Espero que esa bolita de pelo, que ahora parece un peluche, no despierte una mañana en el gélido fondo de una caverna...