Productor musical

Saúl FERNÁNDEZ

Béznar Arias (Avilés, 1966) es productor musical desde hace 16 años. En 1994 fundó la empresa Norte Sur Records, una editora independiente que, con los años, ha formado un catálogo con 56 discos de todo tipo: desde rock a música lírica.

-¿No había un trabajo más serio al que dedicarse que el de productor musical?

-Es una buena pregunta, no se crea... La culpa, pienso, es de Manuel Peña (concejal del PP)... Verá, terminé la Facultad y me fui a pedir unas prácticas al colegio San Fernando, que entonces dirigía Peña... Bueno, digamos que no me hizo mucho caso... Aquel revés me hizo replantear mi futuro y determiné que lo mío era el rock and roll.

-¿Cuando dice usted que es Licenciado en Clásicas le miran raro?

-No, no se crea... Bueno, alguno sí. Cuando estudiaba en Oviedo, entre clase y clase, vi una serie grande de conciertos. Le hablo de los años ochenta.

-¿Sabe latín?

-Se me ha olvidado todo. Y es una pena. Tenía memorizadas alguna de aquellas frases clásicas que se me han ido escapando poco a poco de la memoria. Aunque, bueno, cuando comienza alguno de los conciertos en que participo siempre digo aquello que soltó Julio César cuando pasó el Rubicón: «Alea iacta est». La suerte está echada.

-¿Por qué cambió la música por la empresa?

-En 1993 habíamos publicado el LP de «Wéndigo», el grupo en el que estaba por aquel entonces. Iba mucho por la Fonográfica Asturiana y pensaba que con «Wéndigo» habíamos alcanzado las metas que nos habíamos impuesto. Ya no había más aventura. La edición musical era algo que me empezaba a seducir. Así que me armé de valor y abrí Norte Sur Records. Entonces no se llevaban las editoriales independientes, porque todo formaba parte de las grandes multinacionales.

-¿Qué fue lo primero que publicó?

-Era un single que grabamos con escasos medios, un disco de «Capitán Cavernícola» que, según creo, siguen en la escena. ¿Sabe? Lo presentamos en el bar El Oso, en la calle de la Fruta, en el sótano aquel donde no cabía nada. Estábamos como sardinas.

-¿Le gusta ser editor?

-Es una carrera en la que vas dando tumbos, pero vas aprendiendo a tratar a los músicos, a concederles lo que les puedes conceder... Con esto del «Avilés Arte Sonoro» me dicen: «¡Qué chollo tienes! Te contratan tus grupos en Avilés»...

-... ¿Y qué les responde?

-Que me tenían que haber visto en 1995, cuando iba por los ayuntamientos ofreciendo grupos de tres al cuarto y recibiendo un «no» por respuesta siempre. Sin remisión.

-Y aún así, no decayó.

-Por supuesto que no. Creo que todos los que nos dedicamos de una u otra manera al arte no decaemos, sobre todo, si tienes algo con lo que seguir adelante. Yo trabajaba en la cafetería de mi madre... así que podía dedicarme a lo que, de verdad, me gustaba: la música.

-¿Los músicos escuchan los conciertos de otros músicos?

-Se escuchan a sí mismos, es algo que sucede últimamente. En los ochenta podías ir a un concierto en La Exposición y encontrarte a mogollón de gente... Ahora pasas el láser y, como mucho, te cruzas con uno o... con ninguno. He traído a gente tan buena que, aunque sólo fuera por curiosidad, podrían haber convocado a unos cuantos... Pero esto no es un mal singular de Avilés, sucede en toda Asturias.

-¿Y cómo lo explica?

-No es un colectivo bien avenido.

-¿Y cómo se llevan los productores musicales?

-Somos tan pocos que yo creo que hay buen rollo, aunque alguno se crea más de la cuenta... La tarta es tan pequeña que no merece la pena liarse a puñetazos.

-¿Es normal que los ayuntamientos sean los únicos clientes de los promotores musicales?

-Así son las cosas desde los años ochenta. Los ayuntamientos son los principales clientes de los músicos y los principales responsables de la desaparición de la promoción privada de conciertos. Esto es una cosa que se ha tenido que asumir sí o sí. El promotor que alquilaba la sala y arriesgaba su pasta ha pasado a la historia. Sólo quedamos cuatro descerebrados.

-¿Son negocio los conciertos?

-Unas veces sí y otras no.

-¿Cuál fue su mayor fracaso?

-Un concierto de Aurora Beltrán. Fue grande, pero apenas lo vio nadie.

-¿Trabajar con un Ayuntamiento le ha modificado sus gustos estéticos?

-Jamás desde la concejalía de Festejos me han dicho: «Que salga este grupo». He trabajado siempre con absoluta libertad. Si me llamaran la atención estoy seguro de que dejaría de organizar los conciertos.

-Pero no programa para todos.

-Me reprochan que no programe a grupos que cantan en asturiano, pero es que no los programo porque tienen suficientes conciertos subvencionados por los ayuntamientos o la consejería.

-¿Le gusta Sergio Dalma?

-En el ayuntamiento me preguntan siempre qué me parece este o aquel... Me preguntaron por Sergio Dalma y yo dije que no tenía ningún disco suyo en casa, que si lo escucho por la radio, cambio de dial y que si me regalaran una entrada para alguno de sus conciertos seguramente no iría.

-Y al final vino.

-En Avilés paga impuestos todo el mundo... pero, bueno, espero que no vengan más «sergiosdalmas». Por mi salud musical.

-¿Cómo es eso de ser líder de un grupo de culto como son «The Nacionales»?

-Después del glorioso concierto de San Mateo, en 2006, nada. Digo «glorioso» porque apenas acudieron doscientas personas. Somos un grupo bastante atípico. Hemos alcanzado grandes logros: hemos grabado un disco, hemos participado en unos cuantos recopilatorios, hemos impulsado el homenaje a Tom Petty... Había bastante sorna con el nombre, tanta que renunciamos a tocar en Bilbao, no fuera a ser que...

-¿De todos sus grupos, cuál ha sido el mejor?

-Con diferencia, los «Appleface», que eran de Salinas. Ya no tocan. El bajista se dedica a algo del cine, no sé muy bien, y otro de ellos da clases de «snowboard».

-Hay quienes piensan que la Sociedad de Autores (SGAE) es una banda de cuatreros.

-Me he partido el alma defendiendo las actividades de la SGAE, entre otras cosas, porque soy socio... pero ya está bien. El presidente de la entidad (Teddy Bautista) y su equipo directivo han conseguido que la Sociedad de Autores sea el ente más odiado del momento. Y esto es así, será por algo. Trabajar con ellos da la sensación de que te meten la mano en el bolsillo directamente, como un grupo mafioso. Hago un concierto y cuando terminamos tengo al tío de la SGAE que me pide la pasta y ni me pregunta qué tal me ha ido. Ellos cobran lo que debería ganar como beneficios. Si soy socio y pienso así, imagínese qué pensarán los que ven esto desde fuera. Tienen que cambiar los estatutos y la dirección. Es imprescindible.

-¿Hay futuro en la música?

-La mayoría de los grupos de segunda y tercera categoría están tirados en las carreteras. ¿Es eso futuro? Hace veinte años las cosas estaban mejor. Y no es añoranza del tiempo pasado. Internet trae novedades universales y desperdiga lo local. Todo el mundo tiene su myspace. Pero, ¿quién entra en sus páginas?

-¿Qué prepara?

-Una historia del rock en Oviedo, un libro que está escribiendo David Serna que se publicará las próximas semanas.

«Los músicos se escuchan sólo a sí mismos, es algo que sucede últimamente; no es un colectivo bien avenido»

«Jamás desde la concejalía de Festejos me han dicho: Que salga este grupo; he trabajado siempre con absoluta libertad»