Francisco L. JIMÉNEZ

Lorena Vidal Riesgo, inquilina de uno de los pisos públicos de alquiler inaugurados hace año y medio en la calle Ría de Avilés, se plantó el pasado miércoles en el ayuntamiento para exigir una solución a las deficiencias de construcción que tiene su piso y expresar su indignación por el «trato abusivo» que recibe de AVN, la empresa que gestiona el inmueble. «La Alcaldesa no me hizo mayor aprecio, pero al final conseguí hablar con el concejal de Vivienda (Fernando Díaz Rañón) y le rogué algún tipo de amparo», explica esta mujer que se declara «desesperada». Como ella, otros arrendatarios del nuevo No-Do sufren la incomodidad de vivir en pisos con humedades y ruidos. Creyeron haber encontrado la casa de su vida por 300 euros al mes y ahora son rehenes de los contratos que firmaron.

Detrás de las quejas de Lorena Vidal hay un problema grave en el piso que habita en compañía de su hijo de once años: la humedad que se forma en varios puntos de la vivienda y que deviene en manchas de moho, deterioro de los muebles, averías en los aparatos eléctricos e incluso afecciones de salud. De momento, la insistencia con la que esta inquilina ha denunciado las humedades por la «vía oficial» -la empresa gestora del inmueble, la Administración regional...- sólo ha tenido una respuesta: le han pintado las zonas afectadas con pintura antihumedad. Pero ni por esas. El agua se condensa en los bordes de las ventanas y acaba formando charcos en el pavimento. Respirar dentro de la casa es, en ciertos momentos, como hacerlo dentro de una sauna. Tal es la humedad que flota en el ambiente.

Si Lorena Vidal y otros vecinos se quejan de humedades, Sergio Arnaiz lo hace de ruidos. «Las paredes son de papel y al lado de las mías colocaron la caldera general de calefacción del edificio, que hace un ruido insoportable las 24 horas del día impidiéndome llevar una vida normal. Lo peor es que resulta poco menos que imposible dormir y para mi, que trabajo a turnos, eso es una tortura», relata.

Los afortunados que se libran de ruidos o de humedades comparten el problema del coste del agua, un servicio que les factura la empresa AVN a un precio tres veces superior al que pagan el resto de avilesinos. «Cada mes es un sobresalto cuando llega el recibo: pagar 40, 50 o hasta 60 euros es de lo más normal», se queja Lorena Vidal, quien utiliza una estufa de butano para caldear la vivienda evitando así encender la calefacción central. «Al precio que nos lo cobran, es un gasto que no me puedo permitir», dice. También es la empresa gestora la que cobra la comunidad para dar a cambio un servicio que merece más críticas que elogios de los inquilinos.

El malestar de los arrendatarios de la calle Ría de Avilés se plasmó en la recogida, allá por octubre de 2009, de medio centenar de firmas que se entregaron a los responsables regionales de Vivienda. «Nos contestaron diciendo que se repararían los desperfectos, pero desde entonces nadie vino por aquí y los problemas van a peor», asegura Vidal.

La mala fama de los pisos ha llegado a un punto en que AVN publicita en los portales la existencia de inmuebles disponibles para alquilar. Lorena Vidal avisa: «A mi que no me pidan referencias los interesados, porque todo lo que tengo que decir es malo».