Aunque británico, sir Richard Rogers, barón de Riverside, nació en Florencia. Tras separarse profesionalmente de Foster, en 1967 representó a los arquitectos británicos en la Bienal de París, donde presentó la casa del Doctor Rogers, de Wimbledon. Poco después, en 1971, firmó una de sus obras más famosas y polémicas: el Centro Georges Pompidou de París, en colaboración con el italiano Renzo Piano. El concepto en torno al que gira este edificio es el de sacar las «tripas»: esto es, todos los conductos, instalaciones y elementos de la estructura discurren por el exterior, consiguiendo así interiores totalmente diáfanos. Los colores diferencian los elementos: azul para el aire, verde para los circuitos de agua, rojo para los ascensores y las bombas contra incendios. El Pompidou es, actualmente, uno de los socios del Centro Niemeyer.

Otra de las obras más famosas de Rogers es el Lloyd's de Londres. Y en España destaca la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas. Caixaforum Madrid acogió recientemente la exposición «Richard Rogers + Arquitectos», en cuya inauguración los colaboradores de Rogers explicaron que la T-4 resume la esencia de su forma de entender la arquitectura: «Es el edificio más grande que hemos realizado y pese al tamaño, se percibe claramente que está realizado a escala humana. Tiene un color que se puede tocar y unos materiales que se pueden sentir. Utilizamos un sistema tan bello como eficaz que consiste en reproducir un mismo módulo las veces necesarias».

Los estudiosos del trabajo de Rogers destacan su compromiso con la relación entre arquitectura y medio ambiente, cultura y sociedad. Le califican como «el último humanista». Actualmente Rogers es el director de arquitectura y urbanismo del Greater London Authority, y milita activamente en el partido laborista británico (presidido por Gordon Brown). También publicó libros como «Ciudades para un pequeño planeta» y «Ciudades para un pequeño país». En 1986 recibió la Orden de la Legión de Honor francesa. El título de sir lo ostenta desde 1991, y en 1997 fue designado miembro de la Cámara de los Lores.

El único de los tres «sires» que no posee el premio «Prizker» es David Chipperfield pero eso se debe, según sus seguidores, a que todavía es demasiado joven. Nació en Londres, en 1953, y en sus inicios trabajó tanto para Norman Foster como para Richard Rogers, aunque se alejó de su corriente arquitectónica para aproximarse a un minimalismo que según los críticos resulta muy amable a la vista; también se dice que es una arquitectura más económica que la obra de sus colegas, más próximos al «High Tech». La mayor parte de su obra la construyó lejos del Reino Unido, fundamentalmente en Alemania, Estados Unidos, Japón y España.

Ejemplo de esa economía es su propuesta para el puerto de Valencia: en sólo once meses se construyó un edificio que renovó la imagen de la ciudad y que fue el emblema de la America's Cup. En el capítulo de las curiosidades cabe destacar que en el masterplan de la Fundación Metrópoli para la Isla de la Innovación se utiliza la imagen de ese edificio, «Veles e vents», para recrear cómo podría quedar el entorno de la ría avilesina, junto a la zona de muelles deportivos. Su filosofía es integrar la arquitectura en el contexto urbano, y quizá esto le haya permitido construir en una ciudad prohibida para los arquitectos contemporáneos: Venecia, donde realizó la ampliación del cementerio San Michele.

Hasta el 30 de mayo puede visitarse en la Fundación Pedro Barrié de la Maza, en La Coruña, una exposición que repasa la obra de David Chipperfield. Hace casi 20 años que Chipperfield y su familia pasan el verano en la costa gallega, en Corrubedo, donde tiene una casa que además de recibir premios es lugar de peregrinaje para los amantes de la arquitectura y es un ejemplo de cómo se puede integrar una propuesta contemporánea en un núcleo urbano tradicional. Su forma de entender su trabajo queda reflejada en esta frase: «Como arquitectos, debemos formar parte de la cultura dentro de la que actuamos y al mismo tiempo quedarnos al margen».