Myriam MANCISIDOR

Cibeles Sanz tiene 19 años, conoce al dedillo la historia internacional, escribe con asombrosa soltura y tiene una sensibilidad especial para la música y las imágenes. Su talento, sin embargo, choca en ocasiones con el aislamiento social. Apenas comprende el doble sentido de las frases, rehúye las conversaciones triviales y sus demostraciones afectivas nunca son espontáneas. Cibeles Sanz sufre el síndrome de Asperger, un trastorno neurológico que algunos han atribuido a genios como Albert Einstein, Charles Darwin o Bill Gates. Mark Haddon noveló en «El curioso incidente del perro a medianoche» la historia de Christopher, un personaje de 15 años capaz de recitar los números primos hasta 7.507 o explicar la Teoría de la Relatividad, pero al que le cuesta relacionarse con otros seres humanos. Como a Cibeles Sanz.

A esta joven de San Juan de la Arena (Soto del Barco) le diagnosticaron la enfermedad hace ahora tres años. Antes vivía con su familia en Madrid. «Sabía que a Cibeles le pasaba algo, pero desconocía qué. Un día leí un libro sobre Asperger y la vi retratada. Entonces decidimos venir a vivir a La Arena, un sitio más pequeño y mejor para nuestra hija. Nos pusimos en contacto con neurólogos y finalmente dieron con su enfermedad», asegura la madre de la joven, Sonia Beltrán, que ocupa a su vez el cargo de secretaria en la Asociación Síndrome de Asperger Asturias. Este colectivo aglutina a 103 personas que sufren este trastorno que algunos califican como «síndrome de sabios». En Asturias se calcula que existen 7.000 Asperger, pero pocos diagnosticados.

Los afectados sufren tres síntomas generalmente comunes: alteración primaria de la interacción social (dificultad para formar amistades verdaderas o ausencia de reciprocidad social y emocional), rigidez mental y comportamental (actitud poco flexible ante cambios, intereses inusuales o movimientos repetitivos y estereotipados) y características del lenguaje y de la comunicación (dificultades para captar las claves sociales de su ambiente, para anticiparse a hechos o vivencias o problemas para entender expresiones faciales). «En mi caso no soporto el sonido agudo, tengo muy agudizado el oído y también el tacto», explica Cibeles Sanz, que mantiene a duras penas una conversación mirando a los ojos.

Su madre precisa: «Lo que le ocurre a veces a Cibeles es algo parecido a la grima pero potenciado. La joven de La Arena también sufre sinestesias: es capaz de ver imágenes mientras escucha una canción. Otros Asperger con síntomas similares son capaces de apreciar sabores cuando alguien les habla. «Creo que la sinestesia en mi caso es algo bueno, con la música veo imágenes increíbles», asegura Sanz, que con nueve años ya conocía la historia de China. Y no dudaba en relatársela a sus vecinos en el ascensor como quien habla de un día soleado. «Estas personas acumulan grandes cantidades de datos y conocimientos sobre diversos temas y no dudan en exponerlos públicamente cada vez que tienen oportunidad dando la impresión de ser auténticas enciclopedias andantes», explican las psicólogas de la Asociación, con sede en Oviedo.

El síndrome de Asperger se caracteriza también por la falta del sentido del humor. Los afectados tienen dificultades para comprender los chistes fáciles y también los dobles sentidos de algunas frases o expresiones hechas. «En una ocasión me preguntó: mamá, ¿cómo es posible que vendan casas de tres habitaciones sin entrada?», relata Sonia Beltrán. «Pese a todo, mi hija tiene un humor genial», recalca. Pero se niega a sonreír para las fotografías que acompañan este reportaje. Nunca lo hace.

Cibeles Sanz pasó su adolescencia entre libros. En su día le contó a sus compañeros del instituto de Pravia -acaba de abandonar los estudios de segundo de Bachillerato para reflexionar sobre su futuro- que sufría el síndrome de Asperger. Pocos la comprendieron. «Esta enfermedad lleva al aislamiento, al rechazo social y en la asociación se trabaja precisamente con estos temas. Es un síndrome incomprendido y los enfermos llevan siempre con ellos el sufrimiento aunque pocas veces lo exteriorizan», asegura Beltrán, cansada ya de escuchar que a su hija lo que le falta es educación. «El mundo para ella es muy agresivo», suspira Beltrán.

La joven sotobarquense se divierte ahora con películas de Ingmar Bergman y siente un desprecio absoluto por la moda. Viste como se siente bien y actúa de acuerdo a sus principios. Cibeles Sanz asegura que no tiene novio. Las relaciones de pareja son para los enfermos de Asperger complicadas. «Sus manifestaciones afectivas no son espontáneas. Los asperger se entienden muy bien con los asperger, pero no con el resto. A veces son fríos, distantes y están muy metidos en sus temas», dice su madre. Cibeles Sanz ha elaborado una teoría para explicar el síndrome de Asperger: «Los asperger somos como los ordenadores Macintosh y el resto de la gente son como los Windows... El problema es relacionarnos unos con otros, pero hay programas informáticos estupendos para lograrlo, en nuestro caso esos programas están en la asociación», sentencia esta joven que participa en un taller sobre afectividad y sexualidad.

Cibeles Sanz tiene una hermana de 15 años que no sufre este trastorno. El síndrome de Asperger se cree que es hereditario, pero aún no se ha investigado lo suficiente, según los afectados, para dar con las claves que lo expliquen. Por el momento, las estrategias de intervención psicológica son las únicas que han demostrado ser eficaces con estos enfermos crónicos a los que a veces se les confunde el diagnóstico con síntomas de patologías psiquiátricas y psicológicas como esquizofrenia, trastorno de la ansiedad, depresión... En el caso de Cibeles Sanz, que los profesionales acertaran con el diagnóstico fue un consuelo.

Y precisamente aceptó relatar su historia para lanzar un mensaje: «Si hay gente que se identifica, que no dude en acudir a un especialista. Los que tenemos el síndrome de Asperger no podemos acomplejarnos ni dramatizar nuestra situación, hay que ver siempre el lado positivo de las cosas», concluye esta joven mientras disfruta de un refresco de naranja, se concentra en la conversación y analiza la posibilidad de crear un «blog» en Internet donde escribir de todo aquello que le gusta. «Es una escritora maravillosa y esa profesión es buena para los enfermos de Asperger», sentencia su madre. Cibeles Sanz es valiente y cada día le toma el pulso a la vida aún conviviendo con los síntomas de la «ceguera social».