Axel Steinkohl ha hecho el Camino de Santiago acompañado de su burro «Federico» y ahora ha decidido adoptarlo y llevárselo a Baviera. En su vuelta a casa recaló en Avilés, donde hombre y asno han descansado. Dice Axel -pueden leerlo en estas páginas- que con el burro también ha aprendido. La capacidad de aprender siempre está en uno mismo, no reside en nuestro entorno. Algo igual ocurre con la belleza, que no se encuentra en los objetos sino en la mirada. Las cosas, generalmente, no son hasta que alguien las cuenta. Adquieren su definición cuando alguien las nombra. A nosotros, los humanos, nos ocurre que -necesariamente- todo nuestro universo es subjetivo. Ahora los científicos vuelven a preguntarse dónde reside lo que nos hace humanos, después de descubrir restos neanderthales en nuestros genes. Ya Apuleyo humanizó al asno al encerrar en él a su hechizado Lucio. Aquel asno, que reflexionaba sobre filosofía, observaba atentamente con cierto pasmo cuanto le rodeaba. Igual que «Federico», en su asnal, parsimoniosa y suave existencia.