El bullicio urbano siempre es síntoma de vida, pero en ocasiones se convierte en un compañero molesto que incomoda y llega a hacerte la vida imposible. Con el tiempo uno va prefiriendo la tranquilidad a la algarabía y el estruendo que nos acompañaba en los años mozos, así que imagino que es un síntoma de que uno va cumpliendo años y va camino de convertirse en cascarrabias. Avilés es una de las ciudades más ruidosas, y ya no se trata tanto de buscar la bucólica paz silenciosa en las calles, sino de entender que el barullo, cuando resulta excesivo, es una forma de contaminación como otra cualquiera. Es positivo tratar de eliminar el ruido mejorando el aislamiento de las viviendas, pero mucho se resolvería también con un poco de civismo. Siempre está el tipo (sí, se trata de un hombre en todos los casos) que presume de acelerones en el coche de madrugada, o que a la mínima le da al claxon para tratar de amedrentar al que va delante. Lo malo es que ante ciertas actitudes necias no cabe hacer oídos sordos, aunque uno quiera.