Nubledo, Illán GARCÍA

Mayo es el mes de rezos a la Virgen María en la ermita de La Consolación. Por eso varias vecinas de Nubledo mantienen flamante la citada capilla para que todos los días, a partir de las siete de la tarde, «se pueda rezar lo más a gusto posible». Dolores Suárez, Rosi González, Herminia Rodríguez y Fifi Suárez llevan toda una vida acudiendo a este templo y cada mayo se esmeran para tener a punto la pequeña iglesia de Nubledo. Su trabajo ha pasado de generación en generación y esperan que la que les sigue mantenga una costumbre tan arraigada en la localidad: el cuidado y mantenimiento de esta capilla que en 1999 cedió al Ayuntamiento un particular. Se trataba de José Luis Ureña Fernández-Blanco, heredero de la familia Bango, últimos propietarios del templo.

La capilla que estas mujeres adecentan cada año es uno de los edificios más antiguos del concejo. Data del siglo XVI. En un principio constaba de una planta cuadrada con un porche a la que se añadió una pequeña sacristía en el siglo XIX. De esta manera, la labor de estas mujeres sirve además para cuidar el patrimonio. «Con el apoyo económico de una devota se ayudó a pagar la barandilla que hay junto a la ermita», asegura Herminia Rodríguez, que explica además que el piso de la capilla, la pintura, y otras mejoras se pagaron con donaciones de particulares. La tarea de Rodríguez y sus tres amigas es laboriosa. Durante varias semanas en abril, estas cuatro vecinas de Nubledo compaginan sus quehaceres diarios con una escapada a la ermita para barrer, fregar o hacer lo que sea necesario para tener listo el templo durante el mes de las flores. Lo mismo ocurre para las fiestas de agosto.

La fe les hace olvidar por momentos el trabajo, más aún si se hace una labor en beneficio de la comunidad, como indican las corveranas. Las tardes en la ermita sirven además para pasar unas horas de conversación. Su relación con el templo viene de lejos. «Nacimos aquí, nos casamos aquí...», explica Fifi Suárez, que indica que cada día el templo debe estar reluciente cuando el reloj marca las siete de la tarde, hora de la oración. Como en todo trabajo colectivo, cada una tiene su cometido. «Dolores se encarga de las velas, Rosa de las flores y Herminia plancha, lava y canta», sentencia Fifi Suárez, que friega.

Dolores, Rosi, Fifi y Herminia, ayudadas en ocasiones por el marido de ésta última, José Díaz, se limitan a cuidar la capilla aunque, en ocasiones, no les queda más remedio que reclamar, según explican. Eso les ocurrió cuando tuvieron que «pelear» para conseguir mejoras en la ermita y lograron que la imagen de Santa María de la Consolación volviera a presidir en el púlpito del templo de Nubledo. «Eso sí, cuando necesitamos algo el Ayuntamiento siempre esta ahí para ayudarnos», concluye Fifi Suárez.