E. CAMPO

Una velada a la luz de las estrellas no se olvida nunca, como tampoco las gotas frescas del agua de una cantimplora compartida, y eso fue lo que revivieron ayer las decenas de scouts de todas las generaciones que se unieron en Versalles para decir adiós al grupo con el que crecieron. El kraal (equipo) de monitores de los scouts de Versalles llevaba dos años dándole vueltas a la idea de que se había llegado a un punto sin retorno, según explicó un portavoz. ¿Los motivos? Muchos. «Hay pocos niños involucrados, pocos monitores decididos a comprometerse... y es ir a contracorriente, es muy difícil conseguir en esta sociedad jóvenes críticos y comprometidos». Por eso, 39 años después, llegó el adiós.

Los monitores quisieron organizar, con tal motivo, una fiesta para reunir a los scouts de todas las generaciones. El parque de La Reconquista fue el centro neurálgico de operaciones, donde se organizó una exposición con un campamento scout, fotos, talleres de pintura, una «gymkhana» y comida popular para todos los que quisieron acercarse. A las siete, la despedida. Fue, según los participantes, el momento más serio y triste, porque los recuerdos eran muchos.

«Esta fue la decisión más difícil de nuestras vidas. Pero es que ya no había un relevo generacional que pudiera coger el timón. La gente deja el grupo a los 15 o 16 años, no asumen responsabilidades y nos sentimos muy solos», confesó un portavoz. En sus buenos tiempos, el grupo scout de Versalles era como una familia, pero los tiempos han cambiado y ahora a los niños ya no les entusiasma ir de campamento al monte. No obstante, los monitores sostienen que un scout lo es toda la vida, y que cuando una etapa acaba empieza otra, y que siguiendo su lema de «Acción, reflexión, acción», algo nuevo comenzará.