Fuencaliente, Illán GARCÍA

José Rodríguez aún mantiene en su retina aquella madrugada del 1 de diciembre de 2007 en la que dos hombres le dieron una brutal paliza que casi acaba con su vida y la de su hermano Manuel en su casa de Fuencaliente. Tanto es así que hoy Pepe, como todos lo conocen, aún tiene la mosca detrás de la oreja cuando alguien se deja ver por las inmediaciones de su casería. No es para menos. En aquella fatídica madrugada, Pepe, de 84 años, fue maniatado, golpeado, quemado y pisoteado por dos personas que querían dinero. Pepe Rodríguez revivió aquel infierno esta semana ante el juez. El fiscal pide para los presuntos atacantes penas que suman 24 años de cárcel.

La noche fatídica José Rodríguez se encontraba cuidando sus vacas en una pradera cercana. El reloj marcaba las cuatro de la mañana y entonces volvió a casa para descansar. Cerró la puerta. «Sentí unos golpes muy fuertes en la puerta y en la ventana: eran dos hombres que venían a cara descubierta», recuerda Rodríguez que, aún con lagunas, describe al mínimo detalle todo lo ocurrido aquella noche.

Los asaltantes se abalanzaron sobre él. Pese a que Pepe intentó oponer resistencia, los años no pasan en balde y los atracadores «hicieron lo que quisieron con él». José Rodríguez, con escasos segundos de margen, pensó en sacar su escopeta y, al menos, asustar a los asaltantes, pero no estaba cargada. «Si estuviera cargada no les tiraría a ellos, porque me buscaría problemas», señala Rodríguez que recuerda que pidió auxilio sin éxito. La casería de Pepe está un tanto alejada del resto de viviendas de Fuencaliente por lo que, pese a su insistencia, sería difícil escucharle. «Esta casa es apropiada para los robos», reconoce apesadumbrado Rodríguez.

Los asaltantes venían buscando dinero. «Decían que había comprado un tractor que costó 20 millones cuando el que tengo lo compré hace 16 años por cuatro millones», explica aún sin comprender el porqué de aquella desagradable situación. A partir de ahí comenzaron las torturas. «Ya se habían abalanzado sobre mí y fue entonces cuando me metieron un saco sucio con tierra en la boca de manera brusca, la boca me empezaba a sangrar y perdí algún que otro diente», explica Pepe. Más tarde, los ladrones le ataron de pies y manos y le tumbaron en el suelo. «Les repetía una y otra vez que no había dinero», explica el agredido. Entonces, los ladrones decidieron coger un soplete y le quemaron en los nudillos de la mano derecha y cerca de los ojos. Luego le dieron patadas y golpes, algunos en la cabeza. «Sangraba por todos lados y no paraban. Aunque lo pasé muy mal durante mucho tiempo, hoy puedo decir que recuperé la memoria y todo», señala el agredido. A su hermano Manuel, aunque también le torturaron, «le hicieron menos».

«Nos dijeron: os vamos a cortar en rodajas y quemaros», recuerda angustiado el agredido. Entonces, Pepe les dijo que detrás de un espejo tenía un sobre con dinero que había retirado del banco días atrás. Había 3.000 euros. «Y me comentaron: si hubieras dicho donde estaba el dinero no te habría pasado nada», añade. No contentos con eso, según el testimonio de Pepe, los agresores revolvieron la casa para buscar más dinero. Horas más tarde y ya solos, Manuel se consiguió deshacer de las ataduras y cortó los cordeles que apresaban a José con una guadaña. Era una noche fría de diciembre y un café caliente les ayudó a pasar el mal trago. Ya por la tarde, José, que llegó a desear su muerte para evitar su angustia, acudió al cuartel de la Guardia Civil de Cancienes en tractor para denunciar los hechos. «Tenía muchísimos dolores», explica.

Desde entonces, Pepe Rodríguez dice que no ha vuelto a ser el mismo. Ahora, sólo desea justicia Los viejos, indica, tardan en recuperar. «Era elegante y ahora ando gacho», explica mientras se apoya en su muleta para reincorporarse. «Sólo deseo que repongan los daños, que me den lo que me llevaron y a los que me pegaron que reciban un trato como el que me dieron a mí, un castigo que los asuste», concluye.