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Miguel Ángel Gayol Beiral continúa su viaje por las calles Emile Robin, Marcos del Torniello, La Cámara, San Bernardo... ¿Qué espacios son los más sucios de Avilés? El trabajador de Urbaser sonríe. «Podríamos decir que la plaza del Carbayo y la Fruta son los sitios donde se acumula más basura pero generalmente hay más porquería donde hay más bares», explica el conductor del camión de recogida de residuos. Tras casi una hora al volante, un olor fuerte se apodera de la cabina. «Menos a colonia, los que trabajamos en esto tenemos que sufrir todo tipo de fetidez», precisa. De esto saben bastante los dos operarios que «cuelgan» de la parte de atrás del camión, José María García Gómez y Francisco Rubio. Pese a todo, los dos coinciden en que lo peor del trabajo es la lluvia. «Al resto te acostumbras», dicen. Estos trabajadores, según Rodríguez, cobran un plus por peligrosidad y tóxicos.

Los trabajadores del servicio de limpieza y recogida de basura en Avilés se han curtido también contra las críticas. Saben que su labor es pocas veces reconocida. «La mayoría de la gente no nos felicita, sólo se quejan porque metemos algo de ruido. Pero si quieren las calles bonitas no se puede limpiar de otra manera y, menos aún, el casco histórico», explica el capataz de Urbaser del turno de noche, Álvaro Rodríguez. La ronda del servicio continúa y los vehículos del servicio de limpieza se cruzan en algunas calles. José Ramón Gómez es otro de los sonámbulos del asfalto. También Roberto González, uno de los veteranos de la empresa que tiene claro que lo peor del oficio de barrendero «es trabajar al aire libre». Este hombre se encarga de limpiar distintos tramos del casco urbano con una manguera amarilla de sesenta metros de largo que debe renovar cada mes y medio por desgaste. Utiliza siempre agua potable.

La cuba de la empresa también sanea las calles con agua apta para el consumo: tiene un depósito de 8.000 litros que se carga entre cuatro y cinco veces al día. La máquina más pequeña con la que se baldean los restos de la «folixa» en el casco viejo lleva 1.000 litros y el consumo de las mangueras no está contabilizado. «Tal vez con el cambio de gestión del agua se pongan contadores en los enganches de agua porque las facturas las deberá pagar el Ayuntamiento como cliente de la empresa», explica Álvaro Rodríguez, y sentencia: «En otras ciudades de España es impensable limpiar las calles como aquí por la falta de este recurso». Lo que está claro, según Rodríguez, es que «con el agua es como mejor se limpia». ¿Aunque llueva? «La lluvia no limpia ni llega a todos los sitios, por ejemplo, debajo de los balcones», precisa. Por eso los trabajadores continúan con su labor aunque el agua caiga a chuzos.

Los trabajadores de la limpieza, y especialmente los del turno de noche, son también vigías en Avilés. Ya han visto de casi todo, sobre todo los fines de semana: peleas, accidentes (los operarios limpian los restos de los siniestros), borracheras y también actos vandálicos. «Siempre ocurre algo y estamos en contacto con la Policía Local y la Policía Nacional, la relación es fluida», sentencia Rodríguez. Las anécdotas para estos trabajadores de la basura también están en los contenedores. «En una ocasión casi echamos a una mujer al camión porque estaba buscando unas llaves en el cubo... ¡menos mal que estaba el marido y nos paró!», relata. También han tenido que intervenir en viviendas cuyos inquilinos padecían el síndrome de Diógenes (acumulación de desperdicios). «Hay de todo, hasta vecinos que por no bajar al contenedor intentan encestar desde las ventanas cuando pasa el camión», destacan.

La noche avanza y la lluvia no da tregua. En el No-Do, Roberto Campa limpia las calles con los «patos» (cuba pequeña con dos chorros a presión) y Antonio Sánchez recoge los cubos con un camión de carga lateral dotado de tres cámaras de control. En Versalles, mientras tanto, José Luis Román (Pepe), dirige la manguera amarilla a ritmo ágil de la calle Covadonga a Fruela, Pelayo... Son casi las dos de la madrugada y aún le queda por baldear un trozo de la calle Llano Ponte y una acera de la avenida Cervantes. Luego debe regresar con su carro hasta Divina Pastora. Igual que sus compañeros. Entonces dejarán sus bártulos para los siguientes y volverán a casa mirando el asfalto y los cubos de nuevo con miles de botellas de cristal, toneladas de papeles, bolsas que sus colegas se encargarán de retirar. Es viernes noche. La alegría de la juerga avilesina parece aún mala compañera de la limpieza.