Sabéis que Asturias tiene «los pies en la cabeza»?? Además, son gigantes, quizá los de mayor tamaño del mundo. Julio Verne hubiera disfrutado viendo y tocando alguna de las criaturas extraordinarias que Luis Laria conserva en Luarca. No digamos Víctor Hugo, hubiera conocido, aquí, El Monstruo, El Abismo y La Tempestad? Resulta que los «Architeuthis» no pertenecen a lo quimérico, fingido o imaginado por alguien, al género fantástico. Los pescadores escandinavos que describían feroces luchas con monstruos nunca pudieron probar la veracidad de sus testimonios. Los del Cantábrico tampoco. Todos pasaron a engrosar el abultado saco de la leyenda.

Es cierto que cuando te acercas, por primera vez, a uno de estos ejemplares te parece que pertenece al mundo de lo imposible. La necropsia de un calamar gigante es un espectáculo, una cirugía que cautiva los sentidos. Primer corte preciso de bisturí y sobre la improvisada mesa de quirófano -un varadero con profundo olor a salitre del Cantábrico- se deposita el cerebro de aquel descomunal invertebrado que dedicó su vida a crecer. Cerca de trescientos kilos de peso -pueden llegar a los mil-, dieciocho metros de longitud, ocho brazos, los ojos más grandes del reino animal, tres corazones, un órgano sexual de setenta y tres centímetros. Un campeón de la natación: propulsión a chorro ¡Impresionante! Muy veloz.

Cuando en el año 2000 entrevistamos a uno de los más prestigiosos oceanógrafos del mundo, Clyde Roper, para «2.mil», de TVE, mostró su admiración e interés por el caladero de Carrandi, una mina inexplorada para la investigación marina. Roper, entonces en el Museo de Historia Natural de la Institución Smithsoniana, en Washington, expuso a Luis Miguel Ariza una retahíla de razones científicas que convertían al Cantábrico en un santuario de estos gigantes. Ariza, cinco años después, publicó «Kraken», una trepidante novela tejida con hilos de aventura y ciencia. Luarca y el planeta Marte son, en «Kraken», escenarios paralelos e imprescindibles. El calamar gigante está en el fondo de la trama.

En 2001 intentamos visitar el «escondite» asturiano, bajar al abismo. Organizamos una expedición con la ayuda de una productora privada. La prensa calificaba de «hazaña» el reto. Nos faltó tecnología. Nos sobraban ilusión y curiosidad científica? El valle perdido en el fondo del mar, el cañón submarino, sigue ahí, esperándonos.

El encuentro con Arthur C. Clarke se produjo en 2004. Nos vimos en Sri Lanka. En sus predicciones de futuro aparece, de una u otra forma, el calamar gigante. Hablar de Europa, la luna de Júpiter, del fondo de las Marianas y de Asturias, en el mismo plano, es conmovedor. Por unos instantes te sientes Víctor Hugo en la isla de Guernsey? Quedamos, con Clarke, en que nos veríamos en Marte la próxima vez.

Quedan pocos días para que el Centro de Interpretación del Calamar Gigante y Fondos Abisales», en Luarca, abra sus puertas. ¡Era hora! La constancia de Luis Laria, otro «visionario», «recogecalamares», está detrás del invento. Éste es otro abismo que los «tentáculos tecnológicos» disponibles deben alcanzar, tocar el suelo. La novena economía mundial no puede, por mucho tiempo, ocupar el puesto 23.º en el Global Innovation Scoreboard. Los fondos marinos captan inversión en I+D+i de los países más avanzados. Los cefalópodos se utilizan en campos de la biomedicina y la farmacología, entre otros.

¿Qué pinta el oso Yogui en Asturias? ¿En qué medida nos importa que abandone Yellowstone y se vega al «Paraíso Natural»? Yogui, comparado con el calamar gigante, es un actor secundario, con un papel tan corto como estúpido. Mientras, en el Museo de Historia Natural de Washington se exhibe una pareja de calamares gigantes del Cantábrico.

Mi padre, Agustín Santarúa, siempre decía que Asturias es un «Paraíso Sobrenatural». Sus ideas, sorprendentes por revolucionarias, hacen diana en el futuro próximo. Los «pies en la cabeza» son innovación en estado puro.