E. CAMPO

«Ha sido realmente una sorpresa muy agradable, no esperaba que fuera así; me sentí como en casa». Era la primera vez que Enni Juntunen, de 21 años, salía de su Finlandia natal para algo más que para irse de vacaciones, y Avilés fue la ciudad que la acogió durante los siete meses que duró su tarea como voluntaria, en el marco de un proyecto europeo. Sentada en la Oficina de Voluntariado en frente de Vanesa Moreno, la coordinadora de los programas, asegura que se lleva de Avilés muy buenos recuerdos. Ella está a punto de coger las maletas para regresar al pueblecito donde vive, Suomussalmi, pero, según dice Moreno, todos los voluntarios regresan a la ciudad, incluso algunos para quedarse.

Durante estos siete meses hizo «un poco de todo», desde organizar talleres para alumnos sobre Finlandia a participar en un grupo de conversación de inglés. Lo que más destaca es el enriquecimiento personal de las sesiones de formación, en las que conoció a voluntarios de otros países. De hecho su agenda de viajes está bastante ocupada, para poder visitar a sus nuevos amigos. «Al menos conozco a una persona en cada país de Europa», bromea.

Enni Juntunen vivió durante este tiempo en la calle Rivero, compartiendo piso con dos españoles, uno de los cuales conoce en su propia carne la experiencia del voluntariado. Avilés no era exactamente lo que ella esperaba de una ciudad española: «No se cumplen los estereotipos, es mejor de lo que yo esperaba».

Hablando de estereotipos, advierte con humor que los finlandeses no viven con osos polares ni en iglúes, sino que tienen casas normales. Ahora, cuando regrese, lo que más echará de menos es la vida en la calle, ir a tomar el café y sentarse en una terraza con toda la paz del mundo. Y estudiará Enfermería. «Ahora estoy mucho más motivada», concluye.